Francesc de Carreras-El País
En política, la miopía se paga cara: los constitucionalistas deberían tomárselo en serio
Los 40 años de Constitución están siendo conmemorados estas últimas semanas: conferencias, mesas redondas, exposiciones y libros, celebran el acontecimiento. Se subraya, especialmente, el espíritu de consenso con que se aprobó y los grandes cambios operados en España durante estos años, no sólo debidos a la Constitución, naturalmente, pero inconcebibles sin la estabilidad que esta norma fundamental ha proporcionado. Cuarenta años son muchos y, además, contrastan con los cuarenta anteriores, de triste recuerdo.
Entre estas conmemoraciones hay que destacar dos oportunos grandes libros de estilos muy distintos que se toman la Constitución en serio. En primer lugar, Comentario mínimo a la Constitución española (ed. Crítica), dirigido por el profesor Santiago Muñoz Machado, un volumen que convendrá siempre tener a mano para su consulta porque más de cien especialistas en la materia glosan con brevedad, rigor y claridad, cada uno de los preceptos constitucionales. Cuando haya dudas sobre lo que dice la Constitución en uno de sus preceptos ahí puede acudirse para encontrar su significado sustancial.
El otro volumen, bajo el cinematográfico título de Luz tras las tinieblas, define su contenido en el subtítulo: Vindicación de la España constitucional (Alianza ed.). En efecto, de eso trata este libro escrito por el profesor Roberto Blanco, catedrático de derecho constitucional y, a la vez, columnista semanal en La Voz de Galicia desde hace casi treinta años. Sus conocimientos jurídicos e históricos le permiten trazar, con estilo periodístico, un balance de estos 40 años constitucionales. Para tener un criterio fundado sobre los problemas político-constitucionales que hoy se debaten es el libro ideal.
Pero estas conmemoraciones contrastan con la realidad política de nuestro país: la Constitución es conmemorada pero también asediada. Como es tradicional, los partidos españoles suelen dividirse entre derechas e izquierdas, agregando a estos términos, en ocasiones, los adjetivos centro o extremo. Pero hay otra clasificación, hoy quizás más útil: partidos constitucionalistas que defienden sus valores y principios aunque, en su caso, sean partidarios de reformas puntuales de algunas de sus reglas para mejorar su funcionamiento; y partidos populistas que deslegitiman la Constitución por considerarla heredera del franquismo, desean iniciar un nuevo proceso constituyente y tildan a estos 40 años con el despreciativo nombre de “régimen del 78”. Además, están aquellos otros, también populistas, que quieren separarse y se despreocupan de la Constitución.
Creo que los partidos constitucionalistas —PSOE, PP y Ciudadanos— deberían tomarse en serio esta división y sumar fuerzas frente al asedio. Al ir divididos, como están ahora, debilitan el marco constitucional. Los otros, en cambio, desde posiciones sociales y económicas muy distintas, suman esfuerzos día a día para hostigar este marco hasta conseguir destruirlo. En política, la miopía se paga cara: los constitucionalistas deberían tomárselo en serio.