EL MUNDO 13/10/13
· Los manifestantes reaccionan a la cadena de la Diada y dudan sobre la consulta.
Hace unos años, con el Estatut en fase de ser cepillado, hizo fortuna la expresión que aludía al «català emprenyat» (catalán cabreado), el ciudadano medio enfurecido que se había decantado hacia la ruptura con España. Las miles de personas que se concentraron en la plaza de Catalunya también se declaraban escamadas. La diferencia es que no lucían estelades, sino rojigualdas.
«Estoy hasta los …, y también soy catalán, venimos con más ganas que el año pasado porque el independentismo crece», espetó Diego Albacete. Su señora, Milagros Sánchez, echaba en falta a más manifestantes para replicar a la cadena de la Diada: «Debemos salir al igual que hacen ellos. Muchos sienten lo mismo que yo y se acobardan».
El centro de Barcelona fue un desfile del grupo variopinto que constituye lo que el Gobierno denomina mayoría silenciosa: familias endomingadas de la zona alta, vecinos de la periferia que subieron a los autocares fletados por el PP, simpatizantes de Ciutadans (C’s) unidos bajo el grito «Albert, president» con el que piropearon a Rivera… Y, también, restos ultras, que se dejaron ver con numerosos emblemas carlistas, la nutrida representación del fascista Casal Tramuntana, los xenófobos de Plataforma per Catalunya o unos hooligans del Espanyol que anidaron en un bar, además de algunas águilas franquistas que se escaparon a los voluntarios de la organización, uniformados con petos en los que se inscribía la palabra seny (sensatez, en catalán).
En todo caso, la mayoría blandió enseñas constitucionales. Predominaban las zamarras de la selección y sorprendía toparse con un par de tricolores republicanas. Populares y C’s se trabajaron la jornada: éxito para las camisetas azules del PP y el corazón multibandera de los de Rivera. «La gente está hasta las narices», apreció el alcalde de Badalona, Xavier García Albiol.
También hubo quienes llegaron de fuera de Cataluña. Como Gema, de Navalcarnero (Madrid), que tomó el AVE acicalada con la rojigualda. Se impuso una cuestión que genera discrepancias incluso entre los que abominan de un hipotético Estado catalán: ¿conviene un referéndum? «Si se hace, debería ser preguntando a todos los españoles. Pero hay que dejar de jugar con el lenguaje. No es independencia, lo que quieren es secesión», distinguió.
Un vasco, José, enarbolaba la ikurriña. Los Mossos le avisaron de que se andara con cuidado. «Sabemos qué es estar excluidos», comentó, dubitativo ante la consulta; «preguntar nunca es malo, pero pueden influir condicionantes como la crisis. Otra cosa es que sea vinculante».
«Soy español y legionario», se presentó Fernando Cardenete, que escrutó al periodista cuando le inquirió por la bandera preconstitucional que había enrollado tras ser instado por la organización. Dijo que se había hecho 12 horas en tren desde Granada. «España es España, lo siento por quien no le guste», zanjó.
Javier Barraycoa se ligó una pañoleta carlista y se dedicó a vender su libro, sobre los supuestos mitos catalanistas. «Un referéndum sería abrir la caja de Pandora», opinó. Pero, ¿iría a las urnas? «Nunca voto. Estoy en contra de las elecciones».
«Rajoy debería estar aquí rompiéndose la cara por nosotros», exclamó Juan. «Si el referéndum es legal y a nivel nacional, lo aceptaría, pero no como lo quieren los nacionalistas», añadió. «Es inconstitucional; si nos ponemos así, España serían 17 países», contrapuso José María.
«La consulta me es indiferente, pero votaría en contra», respondió Cristina, simpatizante del PP. «Vivo en Colombia y votaría en el Consulado de Cali para impedir que esto sea una segunda Andorra», apeló Francisco Sánchez. «Estaría de acuerdo con un referendo si los Pujol van antes a la cárcel», ironizó Antonio, «pero no participaría».
Bajo un estruendo de hits de pelaje diverso, las pancartas competían en originalidad. No quiero ser Kosovo, El victimismo es un chollo, la culpa es del otro, Aislarse es empobrecerse… Y una que limaba rivalidades: «Barça+Madrid=La Roja».
Pocos ultras y sin incidentes
La esperada presencia de grupos ultraderechistas en Barcelona se saldó ayer, finalmente, con escasos incidentes. Concentrados varias horas en plaza Espanya y bajo un nutrido despliegue de los Mossos d’Esquadra, unos 300 de ellos, ataviados de banderas preconstitucionales y cruces célticas, desfilaron hacia mediodía hasta Montjuïc clamando, entre otros cánticos, «Artur Mas, cámara de gas». Una vez en la plaza Sant Jordi, Pedro Pablo Peña, fundador de Alianza Nacional – investigado por Fiscalía por sus actividades – , defendió durante su discurso, ante ‘skins’ y nostálgicos del régimen, el uso de la violencia como «única respuesta al separatismo». Entre los asistentes al cónclave se encontraban varios de los 12 detenidos por el asalto violento en la Diada a la sede del Govern en Madrid. / J. O.
EL MUNDO 13/10/13