Por la convivencia, el PNV exige al gobierno español que pida perdón por bombardear Gernika. Pero el gobierno español luchó contra quienes lo hicieron, incluso después de que el PNV se rindiera con sus gudaris en Santoña
El lehendakari ha llamado Pacto para la Convivencia a una propuesta política que pretende reducir los lazos con el resto de España. Joseba Egibar, durante su reciente excursión a Gibraltar, hablaba de la necesidad de «negociar la convivencia» con el Gobierno central. Estas expresiones reflejan una forma de entender la convivencia como resultado de unas determinadas estructuras políticas.
La convivencia, sin embargo, es el resultado de la interacción de las personas, de la historia en común, de los afectos o desafectos, de las penas o alegrías compartidas, de los lazos culturales, de los intereses vitales, etcétera. Es el resultado de un entrecruzamiento de vínculos a lo largo del tiempo que a menudo se produce con independencia de las estructuras políticas formales e, incluso, pese a éstas.
A la convivencia se le ayuda reconociendo la realidad de estos lazos, presentes y pasados, y reforzándolos. Por el contrario, se le ponen obstáculos cuando se ocultan intencionadamente o se omiten con el fin de crear una imagen falsa. El lehendakari, por ejemplo, en el discurso pronunciado en la London School of Economics, en noviembre del pasado año, se refirió a la grave crisis industrial de Euskadi de los años ochenta atribuyendo al autogobierno y a las instituciones vascas el éxito de haber salido adelante. Ni una mención a la ayuda del Gobierno de Madrid -es decir, a la solidaridad del conjunto de los españoles- que aportó nada menos que 12.700 millones de euros (más de doscientos mil millones de pesetas) para superar esa crisis, según datos publicados por Mikel Buesa en este periódico.
Ningún favor se le hace a la convivencia cuando se falsea la historia y se contribuye a extender la sospecha sobre el otro, como ocurre cuando se solicita al Gobierno español que reconozca que había ordenado a la Legión Cóndor bombardear Gernika en 1937. Se pretende presentar la guerra civil como una agresión de españoles contra vascos y hacer creer que hay una línea de continuidad entre los sublevados fascistas de 1936 y las instituciones actuales. Es obvio decirlo, pero el Gobierno democrático español de la época no sólo no ordenó el bombardeo, sino que estaba siendo atacado por los mismos insurrectos que destruyeron Gernika. Pretender que el Ejecutivo actual asuma la responsabilidad de aquella agresión tiene la misma lógica que exigirle al Gobierno vasco que se declare culpable de los atentados de ETA.
El Gobierno español luchaba en 1937 contra quienes bombardearon Gernika. Lo hizo antes de la destrucción de la villa y lo hizo después. Y siguió haciéndolo, incluso, tras la rendición de los nacionalistas en Santoña.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 20/1/2003