Hay momentos en los que el baremo con el que se valora la capacidad de la resistencia del régimen autocrático de poder de Pedro Sánchez parece estar en declive o resistiendo y en plena ebullición. Aunque los últimos acontecimientos como los del caso de corrupción de Koldo García, los últimos problemas de la ley de amnistía y el pésimo resultado del PSOE en Galicia presagian la decadencia del régimen de Sánchez.
Lo que se podrá confirmar en las elecciones del 21 de abril en el País Vasco y en los comicios europeos del 9 de junio. Sin embargo Pedro Sánchez se resiste e insiste, como repitió el pasado miércoles en Rabat, en que aún le quedan cuatro años de legislatura. Que en realidad pueden ser cuatro meses hasta que se conozcan los resultados de las elecciones europeas que podrían desatar en el PSOE todas las alarmas por su continua e imparable degradación.
No en vano la corrupción descubierta en el entorno del exministro José Luis Ábalos y por la que presuntamente Pedro Sánchez lo cesó, completa el tríptico de los desafueros con los que Sánchez se empeña en permanecer en el poder. Y donde destaca la compra a los delincuentes Puigdemont, Junqueras y Otegui de los votos de su investidura, a cambio de la inconstitucional ley de amnistía, que el presidente pretende legitimar en ‘su’ TC, con un ataque frontal y reiterado a los jueces en contra del Estado de Derecho amenazando el orden constitucional.
El exministro José Luis Ábalos, quien dice no saber nada de estos graves hechos que probablemente están en el origen de su cese como ministro y secretario de organización del PSOE, por más que Sánchez lo niegue
Mientras tanto, y con el arpón del fracaso electoral del PSOE en Galicia clavado en su espalda, Sánchez se fue a Marruecos para rendir un nuevo vasallaje a Mohamed VI, en un viaje relámpago sin resultados para Ceuta y Melilla y bajo la sospecha de inconfesables secretos, como los que adornaron la entrega del Sáhara Occidental al monarca alauita en 2022.
Y en coincidencia con espionajes telefónicos del sistema Pegasus marroquí, a Sánchez y sus ministros Albares y Robles, de los que se desprendía cierto olor a chantaje alauita. Y que podrían rondar el delito de ‘alta traición’ como el que sobrevuela las negociaciones secretas, en Bélgica y Suiza, del Gobierno de Sánchez con Carles Puigdemont.
Y ha sido durante su breve estancia en Rabat cuando a Sánchez le estalló el escándalo de la corrupción de Koldo García, el todopoderoso asesor del ex ministro José Luis Ábalos, quien dice no saber nada de estos graves hechos que probablemente están en el origen de su cese como ministro y secretario de organización del PSOE, por más que Sánchez lo niegue ahora para evitar su posible implicación por la ocultación del delito.
Un inquietante personaje, el guardaespaldas Koldo al que Ábalos nombró su asesor en el ministerio de Transportes y consejero en Renfe, y que Sánchez había calificado de ‘aizkolari y titán’ del socialismo. Un personaje, además violento, que ha sido detenido (y luego puesto en libertad) e imputado en la Audiencia Nacional por su presunta implicación en corruptos contratos para la compra de mascarillas durante la pandemia en 2020.
Contratos por un valor de hasta 52 millones de euros de los que se derivaron comisiones de hasta 10 millones, con las que Koldo adquirió numerosas propiedades inmobiliarias entre 2020 y 2022. Y contratos de hasta 36 millones sobre mascarillas, con una empresa fantasma afín al tal Koldo, en el ministerio de Transportes que entonces presidía Ábalos.
Quién, al parecer, hizo de ‘conseguidor’ de otros contratos similares con el ministerio de Interior -como lo ha reconocido Marlaska– y los gobiernos de Baleares y Canarias entonces presididos por la hoy presidenta del Congreso, Francina Armengol, y el actual ministro de Administración Territorial, Ángel Víctor Torres.
Cuatro importantes cargos públicos los de Armengol, Marlaska, Torres y el aún diputado Ábalos que, a la vista de los hechos que vamos conociendo, deberían abandonar sus responsabilidades públicas como consecuencia de la polvareda política y mediática levantada con este caso de corrupción.
Ya veremos hasta dónde llega -Ábalos es el hombre que ‘sabía demasiado’- y si puede afectar al propio Sánchez. E incluso a las negociaciones en curso y contra reloj con Puigdemont para aprobar la ley de amnistía. Sobre todo una vez que el líder de Junts empieza a pensar que el régimen de Sánchez está entrando en descomposición.
Una percepción similar a la que parecen tener en el Grupo Prisa gestores y principales accionistas del Grupo editorial (que ejerce la función de guardián y altavoz del sanchismo) y que según algunas informaciones podrían estar a punto de ‘desertar’ ante la posible debacle del régimen de Sánchez antes o después de las elecciones europeas del 9 de junio.
Dispuestos a vender en Prisa
Un grupo Prisa que el poder imperante protegía y ‘alimentaba’ con sus influencias en el Ibex 35 para mejorar una deficiente cuenta de resultados, que ha perdido 32,5 millones de € en 2023, y prepara una nueva ampliación de capital de 100 millones de €, para aliviar los intereses de la deuda de más de 800 millones.
Motivos por los que los accionistas mayoritarios del Grupo Prisa que preside Joseph Oughourlian podrían estar dispuestos a vender su paquete de control del 30 % de la empresa. Lo que supondría el final de la línea editorial sanchista de la Cadena SER y El País, los cancerberos del régimen de Sánchez.
Y lo que, de ocurrir, se convertiría en el cierre de hierro del tríptico (la ley de amnistía, el ataque al poder judicial y la corrupción) del régimen sanchista de poder. Corrupción que Sánchez dice que desconocía a pesar de que nunca explicó el cese de José Luis Ábalos como ministro y secretario de organización del PSOE. Cargo este último en el que fue sustituido por Santos Cerdán, el introductor de Koldo en el circuito del PSOE, y actualmente convertido en el principal negociador de Pedro Sánchez con Carles Puigdemont