iñaki Ezkerra-El Correo
El president es una bomba de relojería para la estrategia de ERC, consistente en el cuesco sin olor
Los de Junts per Catalunya andan mosqueados con los de ERC porque éstos no quieren que Torra esté en la mesa de negociación con el Gobierno, lo cual no resulta sorprendente dados los ruidosos métodos persuasivos y disuasivos que se gasta el Honorable. Me refiero a esa terrorífica advertencia que lanzó hace unos días a los jueces del TSJC de que se había zampado en Bescanó un plato contundente de judías con butifarras y que, según las preguntas que le hicieran en el juicio, «la cosa podría salir por un lado o por otro». Ante semejante forma de lucha política, a ver quién es el guapo que se sienta a su vera. Una cosa es ponerse el lazo amarillo y otra acabar amarillo gracias a una traca de ventosidades de un compañero de trinchera que tiene las tripas sueltas. Hasta el patriotismo tiene un límite, unas líneas rojas o marrones que no se pueden traspasar. Aquí ya no estamos ante un delito de sedición sino de sedación del adversario, que compite con el gas sarín y ante el que no están preparadas nuestras Fuerzas Armadas ni nuestro Código Penal. La democracia española ha hecho frente al referéndum ilegal de 2014 y al de 2017; a los cortes de carreteras, las barricadas y las hogueras del pasado octubre; a las soflamas institucionales de la secesión… Pero ahora se enfrenta a algo desconocido; al terrorismo gastrointestinal; a un peligro mayor que el que señaló Josep Pla cuando definió el nacionalismo «como un pedo, que a todo el mundo le huele mal, menos al que se lo tira».
La cosa de Torra, sí. Ir a una mesa de negociación con él debe de ser como sentarte al lado del Caganer, ese muñeco que hace sus necesidades agachado en todo belén catalán que se precie de serlo, o del Caga Tió, el tronco que defeca los juguetes de los niños de esa autonomía a base de bastonazos. Con la cosa de Torra, habríamos pasado del cuesco figurado de Pla al cuesco literal y unilateral; a una liberación de CO 2 que dejaría irreconocible el paisaje mediterráneo. ¿Qué solución se puede tomar ante semejante amenaza? Pues la única que se me ocurre es aprovechar la Cumbre del Clima que se inaugura hoy en Madrid para comunicarle a Greta Thunberg que hemos pillado al responsable del cambio climático.
No. No digo yo que no sea peligroso el agujero en la capa de Torra o la de ozono, pero, entrando en el análisis político, creo que «la cosa olorosa» con la que amenaza el president, ese arma mortífera jamás utilizada contra el Estado democrático de Derecho, es la metáfora de una ineficaz línea independentista de trabajo que ERC ha aparcado en un momento en el que prefiere la vía más peligrosa y gaseosa del diálogo. Yo creo que en este instante Torra se ha convertido en una bomba de relojería para la estrategia republicana del ‘prusés’, que es la más temible porque consiste en el cuesco sin olor y con silenciador de esa negociación en ciernes.