La costumbre de perder

ABC 26/09/16
IGNACIO CAMACHO

· Frente al hábito perdedor de Sánchez, el PP ha encontrado en Feijóo un candidato capaz de aburrirse de ganar

CON tres elecciones perdidas en sólo nueve meses, Pedro Sánchez acumula la carrera política descendente más brillante de España. (De Europa no puede porque los líderes suelen retirarse tras la primera derrota). Con este récord, francamente difícil de batir, el candidato socialista se siente legitimado para postularse a presidir un Gobierno de perdedores. Lógica no le falta: entre los fracasados no hay nadie con méritos que puedan hacerle sombra.

Es tal su contumacia en el descalabro que se conforma con batir… a las encuestas. La demoscopia le fija a este Poulidor de la política unas expectativas tan bajas que descorcha champán cuando logra superarlas. Su gran hallazgo relativista como

looser consiste en la abolición del fracaso. Atrincherado en la minoría, considera un éxito quedar segundo y ni siquiera lo consigue; de derrota en derrota hasta la victoria final. Este es el horizonte del PSOE, el partido que modernizó España, el que más elecciones ha ganado y el que más tiempo ha ocupado el poder en esta democracia. Claro que si palmando una y otra vez en las urnas puede gobernar ayudado por lo mejorcito de cada casa, para qué se van a molestar los barones en buscar a alguien que se esfuerce en ser el primero en nada.

Frente a esta costumbre de perder, el PP ha encontrado un candidato capaz de aburrirse de ganar. Núñez Feijóo ni siquiera quería volver a presentarse, harto de rutina y tentado por la empresa privada. En Galicia vence con la gorra, invulnerable al desgaste de la marca. Ciudadanos ni le ha rozado la solapa. Es cierto que se trata de un tradicional feudo conservador, pero también lo es que estamos ante el único dirigente que conserva la mayoría absoluta en tiempos de multipartidismo. Un patrimonio que el centro-derecha no debería descapitalizar si quiere mantener alguna vocación de futuro.

Sí, Feijóo es un aspirante, un delfín, un valor de alta cotización para el posmarianismo. Tiene perfil moderado, sin estridencias, sensatez y pulso fuerte. Las cualidades de Rajoy sin sus defectos de galbana; más actual, menos cansino y con pujanza para crecerse en las campañas. El hermetismo presidencial no permite atisbar si es el favorito para una sucesión dirigida u ordenada; sin embargo ahora mismo no hay en el partido nadie con mejor tarjeta que él para abordar, en los plazos que marque el devenir de los hechos, una nueva etapa.

Ayer quedó demostrado también que hay otra organización que sabe vencer cuando le hace falta. El PNV pierde fuelle en las generales, pero con el poder vasco en juego despliega a todo trapo su maquinaria. Recibe el voto nacionalista y el de una cierta derecha burguesa que, alejado el terrorismo, se siente cómoda en la hegemonía del partido-alfa. La paradoja es que, una vez más, los que menos aprecio sienten por la nación española son los que tienen ahora la oportunidad de decidir quién puede gobernarla.