Los que hoy controlan el cotarro llaman «cruzada antivasca» a cuanto puede comprometerles como únicos representantes de «lo vasco» y devolver la voz a cuantos no piensan ni piensan pensar como ellos
«Todas las acciones públicas están sujetas a inciertas y diferentes interpretaciones porque demasiadas cabezas las juzgan». Esta sensata advertencia de Montaigne tiene especial confirmación en las medidas institucionales que se toman contra el terrorismo en el País Vasco. El cierre de Egunkaria, así como la detención y procesamiento de algunos de sus directivos, la ilegalización judicial y política de Batasuna, la búsqueda de solidaridad europea con los concejales constitucionalistas amenazados…, en fin, cuanto se hace para acosar y desactivar el permanente minado antipersonas que lleva a cabo el nacionalismo radical (a fin de asegurarse la primacía social que jamás obtendrá por otros medios), está sujeto a múltiples interpretaciones entre políticos, medios de comunicación y ciudadanos de a pie. Unos las celebran, otros aseguran que llegan tarde, algunos recelan que puedan ser contraproducentes y partidos hay en los que cada figura relevante sostiene una opinión distinta. Lo único inmutable a través de los años es la reacción del PNV y EA ante cuanto compromete social, política y legalmente a los radicales: siempre están en contra. Para estas organizaciones perennemente instaladas en los resortes de poder que gobiernan la CAV, esas medidas no resuelven nada, mutilan las libertades, atentan contra la democracia y…
Y ahora forman parte de una «cruzada antivasca», según feliz expresión de la vicelehendakari Zenarruzabeitia. ¡No contento con la cruzada anti-Sadam, el Ejecutivo español emprende una nueva aventura exterminadora, con la complicidad del Parlamento, los jueces, la Brunete mediática y la cabra de la Legión! Pues no se me rían, que en el País Vasco hay almas con boina que se lo creen. Por ejemplo, el cierre de Egunkaria y la detención de sus directivos son una maniobra contra el euskera (la lengua regional más subvencionada y políticamente promocionada de Europa), contra la cultura vasca (cuyos directores de cine son costeados por empresas e instituciones de toda España, cuyos presentadores/as de televisión y actores o actrices son celebrados en todas nuestras pantallas, cuyos cocineros enseñan a guisar a todo el país, cuyos escritores reciben premios nacionales aunque los agradezcan diciendo que estamos peor que en el franquismo…, donde ellos, por cierto, tampoco estaban nada mal), contra la libertad de expresión (tan maltratada en Euskadi que no hay ni un político en la cárcel por justificar la violencia y hay ya cientos bajo tierra por denunciarla) y contra el pueblo vasco (gobernado por nacionalistas desde hace un cuarto de siglo). Y por todas estas convincentes razones, Egunkaria cuenta con denodados paladines que no se limitan a criticar la medida cautelar del juez Del Olmo -lo cual es perfectamente admisible-, sino que la consideran un monstruoso atropello más allá de que tenga razón o no en las conexiones etarras que denuncia. Según nos aseguran la consejera de Cultura y otras autoridades, todos los detenidos son demócratas irreprochables. Aunque ninguno de ellos llevase escolta, lo cual en el País Vasco ya encierra un reproche implícito para cualquier demócrata… Y el presidente de Euskaltzaindia, la Real Academia de la Lengua Vasca, el ciudadano francés Jean Haritschelar, cuya única contribución a la lucha contra ETA ha sido -según dice en una entrevista en el Diario Vasco de 17-3-03- una carta de condolencia a su amigo Gorka Landaburu cuando sufrió un atentado, ese señor que personalmente no acepta la violencia «pero no puede hablar por los demás», asegura que «Euskaltzaindia ha visto todo esto como un ataque lanzado contra la lengua vasca». Y añade que eso lo dice como presidente de la Academia, o sea, que ahí por fin puede ya hablar en nombre de los demás… Se diría que mucha gente en el País Vasco quiere compensar la tibieza de su reacción ante los atentados reales que se cometen a base de fiereza contra atentados virtuales inventados ad hoc.
Pero el mayor agravio de la supuesta cruzada antivasca es la ilegalización de Batasuna. Dejando de lado a quienes lo consideran un regreso al franquismo (que suele ser gente que sólo recuerda del franquismo los buenos negocios que hacía entonces), las argumentaciones con que se protesta contra ella van de lo tierno a lo ridículo. Es tierno que se asegure muy gravemente que «ilegalizar un partido político es una medida muy seria», como si convivir con un grupo organizado legal que comprende, excusa, financia y encubre el asesinato y la intimidación de sus conciudadanos fuese cosa de broma. Y es ridículo escuchar a expertos de guardarropía afirmar que, «aunque se ilegalice Batasuna, sus votantes están ahí». Hombre, claro: afortunadamente para ellos, están ahí, lo que no se puede decir de muchas víctimas del terror. Y, como están ahí, podrán votar a otros grupos no menos independentistas pero que no tengan complicidad, al menos explícita, con la violencia. También por mucho que se prohíba y penalice la violencia doméstica, los apaleadores de mujeres siguen estando ahí y creyendo que son muy machos, pero al menos ahora saben que ya no gozan de impunidad ni de reconocimiento social y que su ideología prepotente es condenada por la sociedad. Sean cuantos fueren, eso no les hace más disculpables ni obliga al resto de los ciudadanos a resignarse a ellos. Se les da ocasión de cambiar y, si no cambian, tendrán que atenerse a las consecuencias: lo que no vamos es a cambiar las normas de la civilidad para darles gusto. No solamente en España, sino que también en toda Europa, seguramente comprenderán esta argumentación, diga lo que diga Ibarretxe.
Lo cierto es que en el contexto de la «cruzada» siempre prosperan los mismos. España y su Constitución les son hostiles, pero gracias a esa legalidad gobiernan desde hace más de veinte años; los crímenes de ETA son abominables, pero gracias a ellos tienen a sus adversarios arrinconados o huidos; la ilegalización de Batasuna es un atropello, pero esperan quedarse con sus votos para aumentar su respaldo popular. Su próximo lema electoral podría ser: «¡Aprovéchese de las circunstancias! Vote PNV-EA». Y es que lo único que temen de esas medidas no es que acaben con los vascos, sino que permitan de una buena vez a todos los vascos aparecer. Temen que si los privilegios y la impunidad que la mafia violenta ampara son definitivamente puestos en jaque, su postiza hegemonía se vea comprometida por la aparición del resto de los vascos reales, los vascos constitucionalistas, los vascos españoles que quieren un euskera no ideológicamente comprometido y un castellano reconocido sin complejos, los que no quieren que les vendan una paz impuesta y separatista al precio de ver triunfar, aunque sea parcialmente, a los enemigos del Estado de derecho. Los hay en todas partes, no sólo en las capitales, pero apenas se atreven a manifestarse públicamente y tienen todo tipo de problemas para verse institucionalmente representados. De modo que los que hoy controlan el cotarro llaman «cruzada antivasca» a cuanto puede comprometerles como únicos representantes de «lo vasco» y devolver la voz a cuantos no piensan ni piensan pensar como ellos. Lo diremos una vez más, a riesgo de aburrir: ¡basta ya!
Fernando Savater en EL PAÍS, 22/3/2003