La cuarta España

ABC 23/11/13
IGNACIO CAMACHO

· Junto a las clásicas dos Españas sectarias surge una cuarta excluyente que también abofetea y desdeña a la tercera

EL escritor y periodista Manuel Chaves Nogales pasó su corta vida denunciando las etiquetas doctrinarias de una nación fracturada. Su noble combate tuvo tan poco éxito que hubo de exilarse; para el sectarismo izquierdista era un burgués y para la derecha franquista un republicano. En su afortunado rescate intelectual tras muchos años de olvido ha sido considerado un epítome de esa «tercera España» emparedada por el extremismo banderizo de los cernudianos caínes sempiternos, por la mezcla de estupidez y crueldad que él mismo relató con mirada valiente, precisa e implacable. Chaves está hoy de moda minoritaria gracias al trabajo de investigadores y editores empeñados en recuperar la vigencia de su coraje moral y su brío literario, pero setenta años después aún es víctima del desolador, arrogante menoscabo de quienes, como señalaba Machado, desprecian lo que no saben.
El consejero catalán de Economía, Andreu Mas-Colell, exprofesor de la materia en Harvard y Berkeley, forma pese a su sólida formación parte de esa grey tan nuestra que tiende a agrandarse en su propia ignorancia. Perplejo ante una frase de Chaves citada por un parlamentario socialista confesó con sinceridad que desconocía al personaje, pero se permitió una coletilla de prepotencia displicente: «me suena a derechas». El desconocimiento tiene pase; ni Mas-Colell es hombre aficionado a las letras puras ni le sobrará tiempo para informarse abrumado con la quiebra financiera de su Gobierno. Sin embargo, la despectiva y precipitada rotulación ideológica –¿tal vez, traición del subconsciente, porque los apellidos son españoles?– lo delata como un miembro espontáneo de las tribus hemipléjicas que además de amargarle la vida al escritor continuaron arrinconándolo después de su muerte.
Tal vez al consejero nacionalista le suene el nombre de Carrasco i Formiguera, democristiano catalán que fue perseguido por los anarquistas y comunistas para acabar fusilado por Franco. Otro espíritu independiente víctima del comprometido empeño de circular por la calle de en medio, que en este país donde los señalamientos nunca resultan inocentes es el sitio idóneo para resultar tiroteado desde las aceras. Carrasco, como Chaves Nogales, encarnaba ese ninguneado paradigma tercerista repugnado por los extremos de la barbarie. Sólo que ahora, como demuestra la ligereza de Mas-Colell, empieza a surgir una cuarta España, la de los españoles que no quieren serlo pero comparten los vicios y demonios de quienes sí lo son. Y esta cuarta España, igual de cerrada y excluyente que las dos clásicas, acaba siempre abofeteando por acción u omisión a la tercera. Triste destino el de los patriotas condenados a un destierro moral que empieza por la indiferencia, sigue con el desdén, continúa por la falta de respeto y tan a menudo acaba en el barranco de la intolerancia.