EL MUNDO – 09/10/15 – EDITORIAL
· Los portavoces de la CUP comparecieron ayer ante los medios para explicar las condiciones en las que están dispuestos a apoyar un Gobierno formado por Junts pel Sí, del que ellos no formarían parte y en el que tampoco quieren decidir quién va a ser el presidente.
La primera condición es la ruptura unilateral e inmediata con España, lo que pasa por una declaración formal de que las leyes del Estado ya no rigen en Cataluña. En ese sentido, precisaron que se trata de que el nuevo Gobierno «lleve a cabo un proceso de construcción colectiva de una república». Uno de sus dirigentes precisó incluso que la CUP quiere llegar a un acuerdo con Junts pel Sí para formular esa declaración antes de formarse el Ejecutivo. «Queremos una soberanía ilimitada y absoluta», subrayó.
La segunda de las condiciones consiste en un plan de choque para acabar con las consecuencias de la crisis y la exclusión social. Este plan contiene 39 medidas urgentes, entre las que figuran agua, electricidad y vivienda gratis para todos los ciudadanos, una renta mínima vital y la renacionalización de empresas privatizadas, entre ellas, bancos.
Y la tercera de las condiciones es la apertura inmediata, al día siguiente de formarse el Parlament, de un proceso constituyente en el que estarían representados todos los estamentos sociales de Cataluña «desde abajo». Aunque no lo dijo, el candidato de la CUP, Antonio Baños, sugirió un proceso muy semejante al de la Revolución Francesa. «No queremos pactar con el Estado español, la ruptura debe ser total e inmediata. Queremos construir un nuevo Estado catalán social y democrático», aseguró.
Todos los portavoces de la CUP dejaron claro que su apoyo a Junts pel Sí está condicionado a que acepten estas medidas, que son innegociables e irrenunciables, insistiendo en que sus diez diputados tienen la llave de la gobernabilidad.
En esto dicen la verdad, pero lo que resulta ridículo es que una formación que ha obtenido 300.000 votos con menos del 10% de apoyo popular pretenda imponer un modelo político que pasa por la izquierda al Estado bolivariano de Chávez y Maduro. La CUP es partidaria de salir de la Unión Europea y de implantar una economía socialista y autogestionaria, como dejaron ayer claro sus líderes.
La cuestión ahora es cuál va a ser la respuesta de Artur Mas, de su partido y de ERC ante estas condiciones. Desde luego, no parece que el presidente de la Generalitat en funciones, que proviene de una tradición liberal y conservadora, pueda aceptar convertirse en el adalid de la transición a una Cataluña socialista y de izquierdas, con los medios de producción nacionalizados.
Aunque los dirigentes de la CUP no excluyeron ayer expresamente a Mas de la posibilidad de encabezar el nuevo Gobierno, parece muy claro que las condiciones impuestas sólo podrían ser asumidas por Raül Romeva y, tal vez, por Oriol Junqueras.
No hay que descartar tampoco que la agenda de máximos postulada por la CUP pudiera ser rebajada en el marco de una negociación con Junts pel Sí, que es la única formación que coincide con ellos en el inicio de una hoja de ruta soberanista.
Veremos lo que pasa en los próximos días, pero las exigencias de la CUP ponen en evidencia que existe un serio riesgo de que el proceso acabe fuera del control de sus promotores y de que Mas quede arrinconado por una dinámica radical que ni él ni sus bases pueden asumir.
Ayer la CUP hizo una exhibición de fuerza, pero sus dirigentes dijeron algo que no es verdad: que el independentismo tiene la mayoría social en Cataluña. Eso es falso. El 52% de los ciudadanos no ha votado a favor de la independencia.
Pretender romper con el Estado y abrir un proceso constituyente no es lo que se ha decidido en las urnas, además de ser totalmente ilegal. Y tampoco los catalanes han votado por un socialismo autogestionario ni una república de izquierdas. Por ello, si no fuera dramático, el espectáculo de los nacionalistas en Cataluña empieza a ser esperpéntico. Y Artur Mas, que tiene mucha culpa de lo que está sucediendo, va a pagar su tremendo error de fracturar la sociedad catalana.