El PNV presentó este pasado fin de semana en Durango a su nuevo candidato a lehendakari, el desconocido Imanol Pradales. El PNV tiene fuerza suficiente para organizar un acto multitudinario, desde luego, pero ya no es lo que era y, como es plenamente consciente de ello, su presidente Andoni Ortuzar declaró para apaciguar a las masas que ganarán seguro, y que la duda es con cuánta diferencia. Sin embargo, el PNV envejece a cada día que pasa y puede pasar casi cualquier cosa.
El PNV ha tenido históricamente una especial habilidad para salir indemne de sus disensiones internas, de todas las crisis políticas que él mismo ha provocado y de sus casos de corrupción que hemos padecido los ciudadanos. Al PNV se le ha perdonado todo y, cuando no, una oposición torpe o unos medios de comunicación a su servicio le solventaron la papeleta. Salvo en las elecciones de 2009, tras las cuales el ínclito Patxi López fue elegido lehendakari con los votos del PP y, ay, el mío propio, siempre ha ganado las elecciones y a continuación formado gobierno. El de López fue tan decepcionante que el PNV salió reforzado; ya se sabe que la ciudadanía vota al original antes que a la copia. En aquella época, un alto responsable del socialismo vasco me dijo que, disfrazados de nacionalistas, el PSE-PSOE se aseguraba el Gobierno Vasco para los siguientes veinte años (no concretó si se refería a si siendo la muleta del PNV). No solo tuvo que convocar anticipadamente elecciones sino que las perdió estrepitosamente; y tras aquella experiencia, da la sensación de que no habrá lehendakari socialista al menos en generaciones; otra cosa es que en los próximos meses decida formar gobierno y entregarle la Lehendakaritza… a EH Bildu. Su secretario general, Eneko Andueza, ya ha prometido que no lo hará en absoluto, pero ¿quién puede fiarse de un subordinado de Sánchez?
Los hijos de sus votantes votan a EH Bildu, cuyo apoyo histórico a los crímenes de ETA muchos ven como cosa del pasado. Es lógico. Si el PNV lo legitimó siempre y el PSOE lo legitima ahora
Volviendo al PNV, no es cuestión de compadecer a quien ha sido una máquina electoral cuasi perfecta… y hoy es un partido envejecido al que muchos le han pillado el truco y del que otros tantos se han cansado. Porque, además, sigue manteniendo una posición dominante, aunque venida a menos. Los hijos de sus votantes votan a EH Bildu, cuyo apoyo histórico a los crímenes de ETA muchos ven como cosa del pasado. Es lógico. Si el PNV lo legitimó siempre y el PSOE lo legitima ahora, los jóvenes no van a ser quienes censuren a la formación liderada por Arnaldo Otegi por cosas que ocurrieron hace «muchos años». Es otro «éxito» del PNV que se le vuelve en contra. Otra cosa es Vox, esa amenaza a nuestros derechos ciudadanos que está vulnerando… Pedro Sánchez.
Imanol Pradales ha prometido dar «máxima prioridad» a la mejora de Osakidetza, como si no hubieran sido ellos los que han depauperado el Sistema Público durante años. La Educación Pública tiene los mismos problemas que la del resto de España con el añadido de una política lingüística infame que obliga a los estudiantes a estudiar en una lengua que no dominan y que tiene una utilidad insignificante comparada con la del castellano, a mayor gloria del fortalecimiento engañoso y artificial del euskera y a costa de los derechos lingüísticos de los vascos… y las vascas. Respecto a la política de vivienda, el PNV sigue frenando cuanto puede la ley de vivienda más avanzada de España, aprobada hace una década con el voto decisivo de quien firma esta pieza. Por lo demás, la EiTB sigue funcionando como un instrumento al servicio del nacionalismo vasco, el entramado institucional sigue siendo elefantiásico (tres parlamentos, tres haciendas forales, doscientos cincuenta municipios y centenares de entes al servicio de la causa) y el sistema electoral sigue siendo profundamente injusto. Pero no hay problema, como me confesó otro dirigente socialista, «vivimos muy bien a la sombra del PNV». Es el progresismo de altos vuelos.
Culpable de sus propias barrabasadas
Además, el PNV es corresponsable de los indultos concedidos a los independentistas catalanes, del abaratamiento penal de la malversación corrupta en la que incurrieron y de esta amnistía infumable que hoy se aprueba en el Congreso de los Diputados. Y del derecho a decidir que se les confiera o del confederalismo asimétrico que ya disfrutan vía sacrosantos derechos históricos. Entre tantas otras cosas. Así que no pueden irse (ni quedarse) de rositas. El PNV es culpable de sus propias barrabasadas… y de las cometidas por Pedro Sánchez.
El PNV siempre ha sido especialmente habilidoso para salir indemne de todas sus responsabilidades políticas y para sacar rédito de sus negociaciones con el Gobierno de España. Unos artistas. Salvando las distancias, como cuando recogía las nueces de los árboles que sacudía ETA. Ahora ya no es lo que era aunque quizás sea pronto para perder la Lehendakaritza. Como además sería a costa de EH Bildu, son ahora más críticos con los herederos de la banda que cuando ETA mataba. Porque ahora son su principal adversario político, y eso ya es otra cosa. Es el pragmatismo del PNV.