Iñaki Ezkerra-El Correo
- La envidia es el gran motor político en nuestro país
El del proverbial cainismo de la derecha española es un viejo tópico salido de sus propias filas; o sea, creado por la derecha misma, que conoce sus defectos. Es la conciencia de éstos la que le hizo exclamar a Pío Cabanillas, en plena voladura de la UCD, aquello de «al suelo, que vienen los nuestros». Y es también ésa la clave del lío que tienen en Vox, ahora con la espantada de Espinosa de las Monteros y antes con la de Olona. Se equivoca quien vea en esos dos portazos una motivación ideológica, pues ambos encarnan estereotipos ideológicamente antitéticos. Él ha destacado por su estilo matizado y prudente. Ella por su discurso vehemente y justiciero. Lo que han tenido uno y otra en común no ha sido la prudencia ni la vehemencia, sino que ambos destacaban. Destacaban más que Abascal, y eso un jefe como él no lo perdona. No lo perdona un tipo inseguro que ha traído a la vida pública española una retórica burda, simplona y militroncha que aborrece el matiz y ve en éste la claudicación no ya del adversario, sino -lo que es bien triste- del compañero de trinchera.
Lo triste de esa licencia literaria que es «la derechita cobarde» no es que denuncie el perfil ‘light’ de Feijóo, sino que arroja una capa de amnesia sobre el partido al que el mismo Abascal perteneció. Por quedar él en Madrid como el héroe, niega el sacrificio de todos los concejales populares -y también socialistas- que durante décadas arriesgaron sus vidas, cuando no las perdieron, a cambio de nada en los pueblos del País Vasco y que nunca han recibido el reconocimiento oficial que merecen.
El cainismo, sí. O sea, la envidia es en nuestro país el gran motor político. En lo que se diferencian la izquierda y la derecha es en su tratamiento. Mientras la izquierda lo ha teorizado históricamente con la «conciencia de clase» y convertido en una explicita doctrina política contra el empresariado competitivo, los ricos, el capital…, la derecha lo oculta y pretende reducir a la esfera privada, pero se sale de ésta en sus guerras internas, sus crisis cíclicas y sus harakiris, tras los cuales siempre están infaliblemente los que van de puristas, de confesionales y de guardadores de esencias. Frente al talento, a la cultura, a la brillantez retórica del colega, el cainita esgrime que él encarna el verdadero espíritu del partido aunque acabe de aterrizar en él; la verdadera lealtad a los principios y a los valores. Pasó con la UCD y volvió a pasar en 2013 con la creación de Vox, cuyo origen está en la crisis del PP vasco de 2008 en la que ya estaba Abascal enredando. El siguiente paso será la propia división de Vox y quizá la del propio Abascal en dos mitades irreconciliables. Caín no descansa y ve a Abel hasta dentro de sí mismo.