JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS-EL CONFIDENCIAL

  • Casado y Arrimadas no deben olvidar aquella enseñanza según la cual «la única manera de ser el más fuerte es combatir del lado de los adversarios». Toca apoyar al presidente y luego ya se verá

Pablo Iglesias se ha propuesto demostrar que España no es una democracia plena, pese a que él es diputado, secretario general de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno y no por ello deja de ser un tipo peligroso para la vigencia de las libertades. Está tan ofuscado por su incompetencia –resulta inidóneo para cualquier gestión de carácter público–, por su incoherencia –paga niñera a cargo del Presupuesto y vive en un chalé en la sierra madrileña– y por su hipocresía –impugna los medios de comunicación pero sostiene uno que pretende serlo y se ha apoyado para medrar en los que ahora denuncia– que solo le faltaba promover una auténtica ‘borrokada’ callejera para demostrar su fea catadura en todos los órdenes.

Para alentarla y sostenerla, ha utilizado a ese energúmeno delincuente que es Pablo Hasél que a Iglesias le importa solo como coartada para mostrar sus poderes de agitador a Pedro Sánchez, a la sociedad española y a los medios internacionales para, mediante el vandalismo callejero respondido necesariamente por la legítima represión de las fuerzas de seguridad, demostrar que la nuestra es una democracia de baja calidad ( de la que cobra un buen sueldo, tanto él como la madre de sus hijos). Nada mejor para nutrir sus tesis desleales que proyectar la imagen de un país en el que la libertad de expresión está coartada. Sabe que miente, y miente sabiendo.

El envite, sin embargo, es muy serio. Iglesias está desafiando a Pedro Sánchez, que trata de salvar una coalición en la que nunca ha creído pero que ha necesitado para sentarse en el despacho presidencial de la Moncloa. Ya está comprobando qué razón tenía cuando después de las elecciones de abril de 2019 decía no fiarse de un tipo como Iglesias cuyas convicciones democráticas ponía en duda. Paga así su inconsecuencia.

Pero ahora esa es otra historia porque lo que está en juego no es exactamente el Gobierno sino el sistema constitucional, la decencia democrática de nuestro país y la reputación de España y de sus fuerzas de seguridad. Por eso, la derecha fracasada en Cataluña el pasado 14-F (PP y Ciudadanos), que no acierta ni cuando se confunde, debe registrar un giro copernicano, dejarse de lagrimar porque Sánchez no cesa a Iglesias, terminar ya con las lamentaciones jeremíacas y ponerse en el trance que el país necesita: en la defensa del Estado y en el respaldo al PSOE –sí, están leyendo bien: en el respaldo a Sánchez–, en la defensa de la legalidad, en el apoyo a las policías estatales y autonómicas, en el respaldo a las decisiones de los tribunales que juzgan a los delincuentes y en la correcta alineación con los intereses de la nación. Y lo que toca es apoyar las declaraciones de este viernes del presidente y prestarle asistencia en este trance.

La derecha fracasada tendría que salir de un registro discursivo que la lleva a la catástrofe electoral como la de Cataluña bajo la no inverosímil futura hegemonía de Vox. Basta ya de enredarse en cuestiones menores como sucede muchas veces en esa esgrima oratoria estéril en las sesiones semanales de control al Gobierno. Es el momento de contribuir a que pierdan los totalitarios este desafío apoyando a Sánchez en lo que sea menester para que el buen funcionamiento institucional –renovación del Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Defensor del Pueblo, RTVE– fortalezca el sistema y dejar así en evidencia las deslealtades de Iglesias y Podemos al PSOE y al Estado.

Si así no lo hacen, persistirán en la contracción electoral que vienen registrando desde hace demasiado tiempo y que, por el momento, culminó el pasado domingo en Cataluña, llegando su derrota a convertirse en un descalabro de proporciones históricas: Cs perdió 30 escaños (-17,7% de voto popular) y el PP se quedó en tres escaños (-1,4% de voto popular). Un desastre en ambos casos que delata que las políticas de los dos yerran, no son inteligibles y están profundamente confundidas, además de resultar especialmente mediocres.

En ocasiones el patriotismo verdadero exige sacrificios y por eso las dos derechas y el PSOE deben alinearse para combatir en alianza implícita a unos enemigos comunes que son Podemos y sus aliados. Ese es el papel de las dos derechas democráticas españolas en este momento: prestar a Sánchez y al PSOE las bazas necesarias para que el uno y el otro se impongan a su errado coaligado en el Consejo de Ministros, ofreciéndole la garantía notarial de que si prescinde de los morados se aprobarán los Presupuestos que sean necesarios y las leyes precisas hasta que la legislatura esté suficientemente exprimida e iniciada la remontada de la profunda crisis sanitaria, moral, económica, social e institucional que atenaza y angustia a millones de ciudadanos.

Ni los de Casado ni los de Arrimadas van a avanzar un solo centímetro si siguen acosando de una manera burda al PSOE y a Sánchez confundiendo los términos de la cuestión. Y la cuestión consiste en que Iglesias –un personaje democráticamente averiado– es un depredador para unos y para otros. La revuelta callejera que su subalterno Echenique alienta en las redes sociales y que él no solo no condena sino que anima para tratar de demostrar el deterioro democrático de España es una alerta que concierne desde luego al PSOE y a Sánchez, pero que invoca la lucidez de las dos derechas y las convoca a comportarse como partidos de Estado apoyando al presidente del Gobierno, se llame Sánchez, Pérez o Fernández. Sea quien sea. Y luego ya se verá. Casado y Arrimadas no deben olvidar aquella enseñanza según la cual «la única manera de ser el más fuerte es combatir del lado de los adversarios».