Ignacio Camacho, ABC, 21/10/12
Con sólo un 30% de independentistas declarados, el País Vasco va a elegir un parlamento con amplia mayoría soberanista
AUNQUE tanto Rajoy como Rubalcaba se juegan hoy un severo revolcón político en Galicia —la posible cornada tiene incluso más peligro para el líder socialista que para el presidente del Gobierno—, donde de verdad se ventilan cuestiones decisivas para España es en las elecciones del País Vasco. Y es también donde menos margen existe para la duda sobre los resultados: va a ganar en mayoría muy relativa el PNV, van a retroceder los partidos constitucionalistas y va a volver al Parlamento de Vitoria, tal vez con mayor respaldo que nunca, el proyecto político de ETA. Sin que se haya producido la disolución de la banda, sin reconocimiento del daño causado y sin que sus herederos legales hayan condenado los crímenes cometidos. Pero el discurso dominante, casi unívoco, de la sociedad vasca es el de una indisimulada euforia por el cese de la violencia armada; una satisfacción tan complaciente que ha generado el benevolente olvido sobre las condiciones de esa pazzzzzzz de conveniencia y ha otorgado a los beneficiarios del terrorismo la recompensa de una prima de reconocimiento.
Con sólo un 30 por ciento de ciudadanos partidarios declarados de la independencia, el País Vasco va a elegir un parlamento con amplia mayoría —cercana a los dos tercios— soberanista. Algo ha fallado para provocar esa sobrerrepresentación, y tal vez el todavía lendakari Patxi López debería preguntarse por su cuota de responsabilidad al respecto. Elegido con el apoyo del Partido Popular para normalizar una convivencia perturbada por la amenaza criminal y la exclusión nacionalista, equivocó las prioridades al convertir su Gobierno en una herramienta de confrontación con las decisiones económicas y sociales de su teórico aliado. Su indiscutible y fundamental colaboración en el desistimiento de ETA ha pasado, no obstante, por aceptar la contrapartida adelantada de la legalización de Batasuna según la perniciosa hoja de ruta trazada por el zapaterismo y consagrada por el Tribunal Constitucional en un ejercicio sin precedentes de contaminación política. Al final, esa cadena de errores va a desembocar en el retorno de un PNV que considera el poder como un patrimonio natural y en un rol privilegiado para los continuadores políticos del proyecto terrorista. La única función útil que el PSOE o el PP aspiran ya a desempeñar en Euskadi es la de eventual bisagra de la puerta batiente de un nacionalismo que, estimulado por el desafío de secesión de Cataluña, se puede sentir inclinado a arrancarla de cuajo.
El precio de la presunta pacificación vasca tiene más intereses diferidos que la abultada deuda pública española. Hoy vence al cobro una nueva letra del disparatado contrato de cláusulas abiertas suscrito por Zapatero y más o menos subrogado por el PP. Pero quedan muchas cuotas por pagar y cada plazo va a presentar una factura más amarga.
Ignacio Camacho, ABC, 21/10/12