ABC-IGNACIO CAMACHO

Llevar a USA un partido entre los clubes con mayor sesgo soberanista es exportar un aquelarre de propaganda política

CON el loable objetivo de promocionar el fútbol español en Estados Unidos, las autoridades de la Liga no han tenido mejor idea que programar en Miami un aquelarre separatista. Eso es en lo que tiene pinta de convertirse el Girona-Barça, los dos clubes del campeonato con mayor vocación de agitación política. Que a Roures, el magnate de los derechos de televisión, se le haya podido ocurrir esa iniciativa entra dentro de cierta lógica porque es conocida su implicación en la causa soberanista; la patronal y la Federación, en cambio, deberían mostrar un poco más de picardía antes de caer en una trampa tan peregrina. Ese partido será un escaparate internacional para que el independentismo despliegue su marea amarilla y dé a gusto la habitual matraca sobre la persecución de la justicia y del Estado autoritario contra la pequeña nación oprimida. Y encima está previsto subvencionar el viaje a los aficionados para que las criaturitas puedan manifestarse sin cortapisas, como si las plataformas activistas catalanas no tuviesen demostrado que nunca les faltan recursos con que financiar sus performances propagandísticas. Sea como fuere, si el sindicato de jugadores no lo impide por intereses de corporativismo, lo que la Liga va a exportar es una Diada de bolsillo. Lo más divertido es que, con el loable propósito de neutralizar el presentido jolgorio nacionalista con toda su parafernalia de símbolos, los organizadores han concebido la genial solución de hacer sonar en el estadio… ¡¡el himno!! Es decir, que si la parroquia viajera no llevase en el equipaje suficiente provisión de esteladas, pancartas y lacitos, siempre podrá divertirse con su pasatiempo favorito: pitar la Marcha Real a pulmón henchido, como en cualquiera de las finales en que participan sus equipos. Esta ocurrencia torera merece que el autor salga montera en mano a saludar al tendido: se trate de un jeta descomunal o de un fabuloso pardillo, hace falta mucho cuajo para tomar de esta manera a los españoles por cretinos. A esto se le dice en catalán «cornut i pagar el beure», que se entiende sin necesidad de traducirlo.

Porque es del todo imposible que nadie haya reparado en el sesgo político de semejante proyecto. Que de entre todos los clubes del país se haya seleccionado por casualidad a los de arraigo secesionista más notorio y expreso. Que para representar al fútbol español en el extranjero se elija a dos instituciones que en cada encuentro abren sus campos con pleno consentimiento a toda clase de demostraciones de desafecto. Por muchos beneficios económicos que pueda haber por medio, no existe manera objetiva de ver en el asunto un simple descuido ingenuo. En el deporte moderno confluyen muchos intangibles y muchos sentimientos además del dinero. Y sus dirigentes tienen la obligación de saberlo y de estar atentos, en consecuencia, para no encajar goles en fuera de juego.