ABC-LUIS VENTOSO

Solo un alma enferma puede despellejar así ese vídeo

MI más antiguo e íntimo amigo, al que conocí en un día de lluvia en un patio de Parvulitos y con el que seguí compartiendo aula hasta el final de la carrera, me ha contado alguna vez la historia de su padre en la guerra civil. El hombre, fallecido hace unos lustros, combatió con el bando franquista. No era un individuo ideologizado, simplemente el levantamiento lo sorprendió en zona nacional. Cuando rememoraba sus años de guerra, le contaba a su hijo que su principal desvelo en las trincheras era conservar las piernas. Tal obsesión atendía a algo de apariencia menor, pero importante para un chaval de entonces: poder seguir bailando en las verbenas. En una ocasión, anclado en un frente estancado, acudió a un intercambio de vituallas con los soldados republicanos del otro lado. Allí se encontró con un entrañable amigo, cuya pista había perdido en el inicio de la convulsión bélica. «Vais a perder la guerra –le advirtió–. Pásate ahora mismo a este lado, que yo te lo arreglo», le imploró, temeroso por su vida. El republicano se negó de plano. ¿Lo hizo por sus firmes convicciones ideológicas? Pues tampoco: «No me paso a los vuestros, Manolo, que ahora mismo aquí estoy como Dios. Soy oficial, tenemos una comida cojonuda y estoy durmiendo con una tía impresionante». Esa fue su explicación. Murió poco después en combate.

Ya mayor, el padre de mi amigo era un hombre calmo y afectuoso, de bigotón y pelo lacio y tupido, siempre bien peinado de raya. Fumaba en pipa y gastaba habitualmente gabardina. Me evocaba a mi imagen mental del Maigret de las novelas de Simenon. Acabó la guerra con una bala en la espalda, rango de oficial y una pensión militar. Pero era una persona de una tolerancia desarmante, la antítesis del dogmatismo y el sectarismo. La guerra civil no se puede contar desde el maniqueísmo, con un bando donde todos eran ángeles y otro donde todos eran diablos. Es cierto que en las dos facciones hubo cafres fanatizados; y venganzas, crueldades y crímenes espantosos. Sin embargo, fueron millones los que se vieron arrastrados a filas casi al albur, peones irrelevantes en el gigantesco choque de ideas totalitarias de la época. Hubo también maravillosos actos de heroísmo en ambos bandos. Muchas personas se salvaron in extremis de una ejecución sumarísima porque un republicano o un nacional antepuso la humanidad, la valentía y la compasión a la inercia de las represalias bárbaras.

Con motivo del 40 aniversario de la Constitución, se ha grabado un hermoso vídeo en el que conversan amistosamente dos ancianos que hace ochenta años se enfrentaron a muerte en la Batalla del Ebro. La imagen cordial de José Mir, de 98, exsoldado republicano, y Germán Visús, de 102, exsoldado nacional, resume a la perfección el éxito del pacto de perdón mutuo y reconciliación de la Transición. Iglesias lo ha puesto verde, dice que ese vídeo es como unir a un preso judío con un soldado SS. Al decir eso demuestra tres cosas: 1. –Que piensa como un imbécil. 2. –Que no conoce a España ni a los españoles. 3. –Que no sabe perdonar; una de las mayores taras que puede arrastrar un ser humano. Un alma enferma.