IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El problema es que se ha abierto la veda de la creatividad ideológica

Es la noticia que uno llevaba tiempo esperando como agua de mayo para recuperar la alegría de vivir. Me refiero a la primera manifestación que se ha celebrado en España «por la dignidad de las plantas» y que ha pasado incomprensiblemente desapercibida. El declarado fin de los colectivos ecologistas y ambientalistas que la convocaron es el reconocimiento legal del espécimen vegetal «como ser vivo y concepto jurídico».

A mí la idea me gusta -¡para qué negarlo!-, aunque preveo ciertas resistencias reaccionarias y hasta fascistas en el personal más identitario de este país el día en que los pimientos de Gernika, las alubias de Tolosa, las cebollas de Figueras o los grelos de Monfero reclamen su derecho a un trato digno y se resistan a morir achicharrados. Pienso también en las trabas técnicas que tendrá que sortear esa genialidad hasta su plasmación en un texto legal. Una de ellas es la necesidad de ofrecer una alternativa a los veganos. Aparte de meter en la cárcel al primero que pillemos acercándose a una acelga con feas intenciones, la única salida que se me ocurre para esa peña es el mundo mineral: que coman piedras si quieren hacerse los sensibles. Otro obstáculo a salvar es el de las plantas carnívoras. ¿Qué hacemos con ellas? ¿Las dejamos actuar impunemente en detrimento de las especies de artrópodos invertebrados de las que se nutren? ¿Las sometemos a una reeducación alimentaria cuando a la vez los animales no tienen reparo en zampar vegetales? ¿Qué dignidad reconoce en las plantas el conejo que come alfalfa? ¿Son el ecologismo y el animalismo ideologías irreconciliables?

Los ecologistas y ambientalistas que se manifestaron hace unos días en Madrid se agarran a una creativa interpretación de la Constitución Federal suiza, que en ningún momento habla de ninguna cursi dignidad botánica. Y es que ahí es donde reside el problema de esta moda de ocurrencias coloristas que quieren ser progresistas: en la creatividad y en una injusticia que no proviene del capitalismo, sino de esa misma naturaleza que se reivindica. El problema, sí, es que se ha abierto la veda de la creatividad ideológica, pero la naturaleza no es igualitaria y nos dota a todos de talento para ejercerla. De esa dramática falta de inspiración creativa sale ese bodrio, esa mala poesía que es el lenguaje inclusivo o esa idea peregrina de denunciar la violencia de género en los gallos de corral. De ahí sale esa reciente iniciativa parlamentaria de los sociatas, nacionatas y podetas del Gobierno balear de obligar a los colegios a que sólo sirvan en sus menús huevos de gallinas libres. De ahí sale, en fin, esa paraideología de los derechos del crisantemo que aún está un poco verde.