EL CORREO 29/01/13
· Opta por no responder a los ataques para no conceder «peso político» a los sectores más beligerantes con la actual ejecutiva.
La dirección del PP vasco ha optado por morderse la lengua. La ejecutiva que preside Antonio Basagoiti ha decidido mantener una estrategia de perfil plano para evitar contestar a las «injustas» acusaciones lanzadas por los sectores más beligerantes del partido con su línea política, asentada en una vocación de pacto «para ser útil a la sociedad», como acaba de plasmarlo en el acuerdo por la estabilidad alcanzado con el PNV. Las críticas las ha reactivado este fin de semana la expresidenta de la formación María San Gil, quien cargó contra sus compañeros de filas por su supuesta actitud indulgente en el escenario abierto por el final del terrorismo. En concreto, por «hacerse fotos» con representantes institucionales de la izquierda abertzale, en una andanada que, no por reiterada, ha sido recibida como una muestra de «incomprensión» en el partido.
En un acto celebrado en memoria de Gregorio Ordóñez, de cuyo asesinato a manos de ETA se acaban de cumplir 18 años, San Gil censuró sin citarles a dos de los máximos referentes de la renovación del PP de Euskadi, Javier Maroto y Borja Sémper, en un ataque que se viene repitiendo desde los colectivos de víctimas que con mayor dureza cuestionan la apertura del partido. Por «reírle las gracias a Garitano», diputado general de Gipuzkoa (Bildu), denunció la expresidenta.
Severo examen desde 2008
Estas críticas forman parte del «severo examen» al que el sector más conservador del PP somete a su dirección vasca ante cualquier gesto que pueda interpretar como una «cesión». Así, fuentes del partido en Euskadi denuncian que han sufrido reproches por supuestamente haber renunciado a los principios y valores, a las «esencias» que dejaron paso a un partido más abierto en el congreso nacional de Valencia de 2008, por haberse plegado desde entonces al nacionalismo que quiere «romper» España, por haber pactado con los socialistas de Zapatero, que «negocian» con los terroristas, o por haber «traicionado» a las víctimas.
Los desaires se han acentuado desde que Mariano Rajoy llegó a La Moncloa, pese a los complicados equilibrios que se ha visto obligada a realizar la ejecutiva vasca para no perder a esa parte del corazón del partido situada más a la derecha y subrayar una obviedad: que sigue siendo «exigente» con aquellos que aún «no han hecho autocrítica de su pasado» de connivencia con la violencia.
Según las mismas fuentes, la actitud del PP en Euskadi pasa por mostrar una «postura de firmeza» que «no implica la renuncia» a los votos cosechados en las elecciones para gestionar las instituciones o buscar pactos en favor de los ciudadanos. Los populares vascos ponen como ejemplo al alcalde de Vitoria, Javier Maroto, que ha llegado a acuerdos con Bildu, coalición de la que forman parte EA, Aralar y Alternatiba, partidos con los que el PP ha normalizado relaciones.
O que defiende construir la convivencia «entre todos», en palabras del líder del PP de Gipuzkoa, Borja Sémper, siempre que la izquierda abertzale «diga antes que la violencia nunca tuvo sentido». El problema para el partido, que aspira a ampliar su base social, es que cualquier gesto hacia los sectores duros acaba siendo «insuficiente», como se reconoce internamente, y les concede «peso político». Tales ‘concesiones’, plasmadas en algunos nombramientos o en guiños en candidaturas –Carlos Iturgaiz completó las listas de Bizkaia en las últimas autonómicas– no han servido para retenerles porque, en la práctica, una parte pequeña pero significativa de ese sector ya se ha ido.
Consuelo Ordóñez, hermana del concejal de San Sebastián asesinado en 1995, pidió el voto para UPyD en las últimas elecciones vascas. Ordóñez, que se presenta a las elecciones para dirigir Covite, la asociación de víctimas mayoritaria en Euskadi, participó el sábado con María San Gil en el homenaje a su hermano. «Gregorio no podría estar en estos nuevos tiempos», advirtió San Gil ante la «incomprensión» de algunos de los ‘señalados’, que siguen llevando escolta.
El discurso ha reabierto las heridas en la formación y provocado un notable malestar en miembros de su ejecutiva. Algunos de ellos se iniciaron en política, como la propia San Gil, a raíz del asesinato de Ordóñez. Es el caso de Borja Sémper, que, en plena polémica, colgó como recuerdo en Twitter unas declaraciones en televisión del concejal en las que éste subrayaba que «lo único que hace falta es que unos señores que están en la luna dejen de pegar tiros, dejen de matar, y paguen por sus culpas; aunque luego, cuando hayan hecho el esfuerzo, incluso la sociedad pueda ser generosa».
EL CORREO 29/01/13