Si los socialistas acceden a que gobierne la lista más votada, no solamente perderán la posibilidad de gobernar en Guipuzcoa y Vizcaya con pactos postelectorales; al día siguiente del acuerdo, los nacionalistas dirán que el lehendakari López ostenta el poder de forma ilegítima. Acaso Zapatero no se percate de lo que está en juego.
La insistencia de Eguiguren y del socialismo guipuzcoano y el temor a ser encasillado como «inmovilista», mientras el PNV va explorando por su cuenta, han terminado por inclinar al lehendakari Patxi López a aceptar un diálogo político extraparlamentario para hablar del fin de la violencia. Se han intentado establecer todas las cautelas posibles. Y los límites. Pero el camino está abierto. Y ya se sabe que donde hay diálogo no hay discreción. Hay riesgo, eso sí, de instrumentalización. Quizás el lehendakari ha considerado que si estamos en la fase final del terrorismo, ningún partido democrático puede quedar excluído de la última fotografía. De ahí que dé publicidad a la intención de reunirse con los representantes políticos vascos.
Desde que ETA volvió a dejar sobre el escaparate su exigencia de que los partidos debatan sobre el fin de su historia fuera del Parlamento vasco, nuestros políticos se han puesto a pasar los deberes a limpio. El PNV, proponiendo su ronda para que los demás pasen por el epicentro de Sabin Etxea. Y el lehendakari, para contentar a sus compañeros de partido en Guipúzcoa, acaba de prometer un diálogo discreto, con las fuerzas democráticas, lógicamente. Y en este turno no tiene vez el conglomerado de Batasuna hasta que no rompa definitivamente con ETA. Así es que Patxi López, que ya viene manteniendo desde hace tiempo su ‘línea caliente’ con su socio preferente, el PP, y su adversario inevitable, el PNV, acaba de dar solemnidad a unos contactos que ya vienen existiendo y que, no obstante, no habrán satisfecho al presidente de su partido, Jesús Eguiguren, que está reclamando que el lehendakari lidere el proceso del fin del terrorismo, pero incluyendo a Batasuna. Todo se andará, pero habrá que ver si, con el tiempo, los movimientos son certeros o alguien con inquietud electoral se apresura y mete la pata. De entrada, los diálogos mantenidos fuera del Parlamento, desde que se terminó la fase del Pacto de Ajuria Enea, han provocado no pocas prevenciones entre los partidos, que han llegado a la conclusión de que este tipo de foros solo favorece a los grupos extraparlamentarios y, al final, acaban intentando ejercer de contrapoder del hemiciclo vasco. «Estamos a punto de finalizar la etapa del terror en Euskadi», acaba de sentenciar el lehendakari López y, por eso, conviene no flaquear en momentos tan delicados. De los contactos mantenidos entre el PNV y el grupo parlamentario del PSOE en el Congreso de los Diputados únicamente trasciende lo que ambas partes quieren destacar en su propio beneficio. Es la peculiaridad de unos diálogos que, de tan discretos, terminan por ser opacos y cuyo resultado depende de la capacidad de presión de cada cual. A los socialistas de Zapatero lo que les importa es transmitir que el PNV les va ayudar a sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Del precio, ni hablan. A los nacionalistas de Urkullu, sin embargo, les interesa mantener la tensión negociadora hasta el último momento con tal de subir la cotización de su apoyo. El consejero Ares asegura que, en los encuentros en la tercera fase, no se ha hablado de garantizar «el respeto a las listas más votadas», pero los nacionalistas de Erkoreka insinúan que esta es una cuestión que terminará por encauzarse antes de la firma del acuerdo parlamentario. No se trata de un asunto baladí. A Egibar le tiene muy ocupado porque si se termina por pactar que gobierne la lista más votada, su partido podría resultar beneficiado en la Diputación de Guipuzcoa y seguramente también en la de Vizcaya.
Esta no es una guerra del PP, cuyo dominio se da por hecho, según los últimos sondeos, en territorio alavés. Es una cuestión de vital importancia para el futuro electoral de los socialistas. Se trata de una exigencia nacionalista de hondo calado que puede venirse en contra del inquilino de Ajuria Enea sin que Zapatero, tan ensimismado en el sillón de La Moncloa, llegue a percatarse de la trascendencia de lo que está en juego. Que no es únicamente que los socialistas pierdan la posibilidad de gobernar en Guipuzcoa y Vizcaya a través de pactos postelectorales. Si los socialistas acceden a que gobierne la lista más votada, al día siguiente del acuerdo, los nacionalistas dirán que el lehendakari Patxi López ostenta el poder de forma ilegítima porque no representa a la lista más votada. Esta fue una oferta con que le tentó también el PNV al presidente del PP, Mariano Rajoy, antes del verano. La tuvo sobre la mesa. Eso cuentan los populares. Pero la tentación le duró a Rajoy lo que tardó el líder de los populares vascos, Antonio Basagoiti, en rechazarla.
En tiempos preelectorales, y estamos en uno de ellos, cualquier movimiento político no se produce por casualidad. Desde el PP, Basagoiti que proclama que hoy por hoy Batasuna no puede presentarse a las urnas, piensa liderar la petición de reforma de la ley de víctimas para impedir que una apología del terrorismo como la exhibición de fotos de presos asesinos quede impune. Cualquiera que se ponga en la piel de los hijos de un asesinado por ETA, como el caso de Daniel Portero, que ha visto por las calles de Bilbao fotos de los asesinos de su padre, sabe que al homenajear a los verdugos se humilla a la familia de las víctimas. La sentencia de la Audiencia Nacional que absuelve a los responsables de la comparsa que exhibió imágenes de presos de ETA en las fiestas de 2008 ha supuesto, según reconocen socialistas y populares, «un palo al cambio».
Tonia Etxarri, EL CORREO, 11/10/2010