La distensión

IGNACIO CAMACHO, ABC 03/04/13

· Hoy por hoy el soberanismo sólo puede obtener la soberanía sobre un pufo, un montón de nada lleno de deudas.

Con la pulsión estática, cercana a la ataraxia, que caracteriza su estilo, Rajoy ha emprendido una especie de silenciosa distensión con Cataluña o, más exactamente, con el nacionalismo llamado moderado antes de que se echase al monte de la independencia. El presidente cree que la quiebra financiera de la Generalitat ofrece espacio para negociar una tregua soberanista aunque muchos de los suyos sospechan que se trata de una nueva estrategia de apaciguamiento que acabará costando, como siempre, más dinero al Estado a cambio de casi nada. Puede que sí y puede que no: el problema consiste en que Artur Mas acabe de comprender —la burguesía catalana ya lo ha hecho en su mayoría— que su apuesta de secesión tiene un riesgo mayor que el de perderla. Y es el de ganarla.

De momento Rajoy ha logrado una victoria pequeña pero simbólica, y es hacer que Mas vaya a verlo a Madrid a cencerros tapados, sin la alharaca mesiánica de aquella última visita de septiembre en la que se llevó cronistas de cámara y se hizo recibir a la vuelta como un héroe nacional. Cuando alguien hace algo así es porque espera el desenlace y trata de solemnizarlo; ahora en cambio ha ido de extranjis con la esperanza de algún pacto, una componenda, un ajuste fino, un algo que le dé pretexto para embridarse a sí mismo en su huida hacia ninguna parte. La retórica secesionista se mantiene intacta pero en Barcelona hay ya mucha gente seria convencida de que el líder de Convergencia busca una fórmula honorable de envainársela. O al menos de ganar tiempo, porque ahora el soberanismo sólo le serviría para obtener la soberanía sobre un gigantesco pufo, un montón de nada lleno de deudas. Ganar tiempo es siempre el objetivo prioritario de la gestión marianista; el presidente del Gobierno se ha pasado la vida ganándose a sí mismo, con infinita paciencia, las horas y los días y los años hasta llegar a un poder con el que a veces da la sensación de no saber qué hacer exactamente. De modo que se han podido encontrar dos voluntades dilatorias unidas en la necesidad de darse prórrogas con las que ir mareando los problemas a falta de ideas para solucionarlos.

La cosa, pues, está ahora mismo en un impasse, en un limbo, que es el sitio o el estado en que más le gusta situarse a Rajoy. Un limbo de indefinición en el que se mueve con comodidad fumándose un puro de sobremesa y jugando una partida de mus con el destino en la que el destino casi siempre se termina impacientando porque no ve las cartas claras. Mas quizá sea demasiado rígido para ese juego; a veces parece un maniquí del escaparate de una tienda de ropa para caballeros. Pero el tiempo corre en su contra porque no tiene dinero ni para la papelería y no lo va a obtener convocando referéndums, que además cuestan una pasta. El pulso se presta a estereotipos de chiste: iban un catalán y un gallego, etcétera. Se admiten apuestas.

IGNACIO CAMACHO, ABC 03/04/13