Iñaki Ezkerra.El Correo
La atracción que suscita en algunos políticos contrasta con su actitud con las víctimas
Entre los diputados presentes en el homenaje que el Congreso rindió el pasado jueves a las víctimas del terrorismo, hubo muchos, demasiados, que evitaron la foto del aplauso a Mari Mar Blanco aparte de los de Bildu, en los que esa actitud resultaba previsible: los de ERC, PNV, Podemos, una buena parte de la bancada socialista… Para todos ellos, era muy importante dejar clara su discrepancia con la hermana de un asesinado y que en absoluto suscribían su condena a la entrevista que la noche anterior le habían hecho en TVE a Arnaldo Otegi. Había que evitar la foto del aplauso a toda costa. Y a uno esa escrupulitis repentina le ha hecho recordar todas las fotos que los líderes de esos mismos partidos se han hecho con los terroristas y con las gentes del mundo de ETA.
Sí. Paradójicamente, también son demasiados los políticos que no tuvieron, ni tienen, ningún inconveniente en sacarse la foto con los zombies de aquella pesadilla. Son tantos que parece que perseguían esa foto; que buscaban al zombi de turno para fotografiarse con él, como los visitantes de los museos de cera buscan a los personajes históricos más siniestros para posar junto a ellos con cara de pascua. Son demasiadas las fotos en las que se abrazan con ellos y exhiben una sonrisa de oreja a oreja que no sé si ignora a las víctimas o directamente las desafía. Son tantas las fotos que se podría hacer un álbum de la infamia que atravesara toda la democracia. Álbum en el que, por desgracia, ocuparían un lugar de dudoso honor las numerosas fotos que Gemma Zabaleta se hizo con Jone Goirizelaia en la época de Zapatero y en las que siempre se le ve a la primera más feliz y risueña que su acompañante; las fotos de María Chivite con Bakartxo Ruiz, la representante navarra de Bildu, durante la propia campaña electoral y que hoy cobran un premonitorio significado; la foto navideña que se hizo con Otegi Idoia Mendia con la misma cara de ilusión que ponen los críos al hablar con un Rey Mago.
Sí. De todos los espectros de cera que quedan en ese Museo de Madame Tussauds en el que el tiempo ha convertido al mundo de ETA, Otegi es el que parece poseer más carisma. Hay piñas para fotografiarse con él. Los secesionistas catalanes se lo rifan, lo cual es comprensible ante frases que retan al sentido común con más brillantez que la que ellos mostraron durante el proceso al ‘procés’. Frases memorables que son una paradójica pedrada en la cara del maniobrismo sanchista: «Siento si hemos generado más dolor a las víctimas del necesario o del que teníamos derecho a hacer», «hemos hecho desaparecer de la ecuación política vasca la lucha armada»… Ni sé las veces que dijo lo de la ecuación, las veces que llamó «ecuación» al terror.
Sí. Es comprensible que tantos diputados huyeran de la foto del aplauso a Mari Mar Blanco. Es mejor la foto con ese Frankenstein que va de matemático.