Resulta difícil interpretar las palabras de Arnaldo Otegi con ocasión del décimo aniversario del fin de los atentados de ETA («queremos trasladar a las víctimas de ETA nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido. Sentimos su dolor y desde este sentimiento sincero, afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido») como una petición de perdón en sentido estricto.
En el mejor de los casos, las palabras de Otegi expresan, de forma sincera o impostada, su empatía con el sufrimiento de las víctimas del terrorismo nacionalista vasco. Pero desde luego no incluyen, como ha afirmado el presidente de la comunidad autonómica vasca, Iñigo Urkullu, una valoración de la violencia contra las víctimas de ETA. Tampoco incluyen una condena explícita de la violencia.
La banda terrorista ETA ya no existe y sus objetivos políticos, gusten más o menos, son ahora defendidos por vías democráticas por EH Bildu y otras formaciones y asociaciones políticas vascas. Pero el acoso al discrepante y la aplastante asfixia provocada por la hegemonía nacionalista en la región continúan vigentes. Prueba de ello son los periódicos homenajes a los terroristas de ETA que salen de prisión.
Si la empatía de Otegi fuera real, esos homenajes no estarían siendo jaleados y apoyados por la organización política que él lidera.
Otegi el ‘sostenedor’
El PSOE ha recibido las palabras de Otegi con medida satisfacción. El exlehendakari y secretario de Memoria Democrática del PSOE, Patxi López, ha afirmado que «hay una especie de enmienda al papel de Otegi en el pasado como sostenedor».
El uso por parte de López de un eufemismo tan extraño como «sostenedor» (Otegi fue en realidad condenado por pertenencia a la banda terrorista ETA) es prueba suficiente de que el pasado del coordinador general de EH Bildu no resulta fácilmente blanqueable en democracia.
También Podemos, aliado preferente de Arnaldo Otegi y EH Bildu junto con ERC, ha recibido con entusiasmo las palabras de Otegi.
«La izquierda aberzale reconoce que el dolor y sufrimiento de las víctimas de ETA nunca se debió producir. Es un paso necesario para la reparación y la convivencia que refuerza nuestra democracia» ha dicho Irene Montero.
¿Aceptaría la ministra de Igualdad con tanta facilidad una declaración de «pesar y dolor» como la de Otegi en boca de los responsables de delitos de violencia machista? ¿O ahí sí distinguiría Montero entre una simple declaración de empatía y una petición de perdón explícito?
El JxCAT vasco
Al fondo de las reacciones de los partidos políticos vascos y de ámbito nacional late la lucha por la hegemonía política en la región. Si el PNV se ha apresurado a restarle valor a las palabras de Otegi no es por otra razón que su miedo a un posible sorpaso de EH Bildu en las elecciones autonómicas que convierta a los aberzales en la ERC del País Vasco.
Para que eso ocurra, es imprescindible que EH Bildu quede definitivamente blanqueado a ojos de la sociedad vasca y española. Y para ello es a su vez necesaria la cooperación de un PSOE que muy bien podría convertirse, junto con Podemos, en el árbitro que decida el próximo presidente de la comunidad autonómica vasca.
Es cierto, como afirma Patxi López, que este tipo de gestos son caros de ver en la izquierda radical vasca. Pero también es cierto que esta sabe que son un paso necesario para que EH Bildu amplíe su base de votantes hasta alcanzar la masa crítica que le permita alcanzar la presidencia del País Vasco.
En el País Vasco las placas tectónicas políticas se están moviendo con lentitud, pero con firmeza, y el PNV podría encontrarse más pronto que tarde convertido en la Convergencia vasca.