La entrada de Bildu, o los hijos de ETA reclaman la herencia

Carlos Martínez Gorriarán, carlosmartinezgorriaran.net, 13/6/11

No recuerdo en cuál de los atribulados años 90 asistí a un debate sobre la relación del PNV con los etarras y sus víctimas que alguien resumió a la perfección: “desengáñate, para Arzalluz los etarras son hijos pródigos y nosotros hijos de puta”. Y así era y sigue siendo aunque Arzalluz ya no mande en Sabinetxea: por si alguien lo había olvidado, el PNV ha vuelto a regalar importantes alcaldías a Bildu y, probablemente, la Diputación de Guipúzcoa con su Hacienda Foral y todo. Las voces escandalizadas procedentes del mundo socialista y asociados, sobre todo, no han hecho otra cosa que consumar su ridículo y su traición. Porque traición ha sido romper en el último momento, y por torpes intereses electorales, una lucha contra ETA que estaba a punto de conseguir el KO técnico de la banda y de su brazo político, resucitado ahora en forma de una seudo coalición que muy pronto acabará siendo descaradamente lo que ha sido desde el principio, el partido político de ETA con otro nombre que añadir a la colección. Pues bien, como dice canturreando la niña de Polstergeits cuando anuncia la irrupción del mal desde la pantalla de la tele: ya están aquiiiiiií… Los hijos pródigos de Sabino Arana han vuelto más crecidos que nunca a reclamar su herencia: y, a diferencia del pródigo evangélico, el mal hijo ni siquiera ha tenido que mostrar arrepentimiento; al revés, ha obtenido impunidad y complicidad con premio electoral.

Las lágrimas de cocodrilo socialista son, en cualquier caso, consecuencia de un pésimo cálculo tan lleno de cinismo como de ignorancia: pensaban que Bildu sacaría menos de la mitad de los votos que finalmente ha sacado –algo más de 300.000 en País Vasco y Navarra-, y que éstos serían a costa del PNV en municipios pequeños y medianos. Despreciando el efecto legitimador y promotor de la gigantesca campaña de publicidad de Bildu de los medios de comunicación afines a PSOE y PNV –los más importantes del País Vasco y por supuesto todos los públicos, además del grupo PRISA al completo, Público y La Sexta, etc.-, que convencieron a muchos de que Bildu era la garantía de la Paz y demócratas intachables que habrían roto con ETA (¡incluso una alternativa al bipartidismo para jóvenes indignados despistados!), se han encontrado con la amarga verdad de que los votos de Bildu han barrido alcaldías socialistas que creían seguras y, sobre todo, regalado a los herederos de ETA la de San Sebastián, con la colaboración entusiasta del PNV.

Uno es donostiarra y por eso las cosas que pasan en su ciudad natal le importan más que las de otros sitios. Uno ha sido portavoz de Basta Ya y ha dedicado muchos años y energía a la ofensiva intelectual contra el nacionalismo y a organizar la movilización cívica contra ETA. Uno ha tenido que llevar escolta por eso mismo e ir al funeral de amigos asesinados que tuvieron peor suerte. Por eso es un espectáculo particularmente desolador asistir a la reducción de los veinte años del gobierno municipal de Odón Elorza, veinte años perdidos y desperdiciados por un alcalde penoso y superficial que daba mucha más importancia a los carriles-bici que a la lucha por la libertad, en mero trámite de paso para la entrada triunfal en la alcaldía de un partido minoritario (8 concejales de 27) que propone los fines de ETA como fin de la política de una ciudad donde esa banda ha asesinado a más de cien personas, y donde se han organizado y celebrado las principales movilizaciones masivas contra el terrorismo sin que, ahora, parezcan haber servido para maldita la cosa.

Con sus 300.000 votos Bildu gobernará a más de 700.000 personas. Serán más de un millón si, como parece, se hace con la Diputación Foral de Guipúzcoa. Lo que piensa hacer ha quedado claro con los primeros actos de sus nuevos alcaldes: negarse en redondo a condenar a ETA y exigir su disolución, antes al contrario: continuar el hostigamiento y la exclusión de cualquier oposición a sus pretensiones; vetar a medios de comunicación; poner todas las instituciones y los recursos públicos al servicio del proyecto político de la llamada “izquierda abertzale”, es decir de ETA, lo que significa imponer políticas de asimilación lingüística, educativa y cultural que profundicen en todas las facetas del peor nacionalismo. Y si esto no fuera suficiente, volver a las amenazas y a la violencia física contra quien no colabore u oponga resistencia real a sus decretos. Porque no se olvide que ETA no ha desaparecido sino que, salvada por la campana de la política pacificadora de ZP –con el auxilio impagable de un PP insultón pero puesto de perfil-, la banda sigue ahí como garante último de que lo que no se consiga por las buenas podrá obtenerse por las malas. Al fin y al cabo, ¿este final tan estupendo para ellos no demuestra la rentabilidad del terrorismo y de la violencia política de todo tipo, la impotencia de la justicia y la debilidad de un Estado en manos de partidos agotados sin más afán que sobrevivir en el poder? Y el resultado electoral, ¿no ha demostrado que una parte de la sociedad vasca y navarra está dispuesta a tragar cualquier vileza con tal de estar del lado de los vencedores, de los matones y asesinos, todo lo lejos que puedan de cualquier situación que los convierta en víctimas? Y estos tienen el apoyo de ETA mientras los resistentes tienen –es un decir- el apoyo de un Estado ausente y en retirada.

Los defensores de Bildu insisten en que esta falsa coalición ha roto con ETA y es una sincera partidaria de las vías democráticas. Que lo primero es falso quedó demostrado el mismo sábado 11 de junio, cuando los alcaldes de Bildu se negaron expresamente a reclamar la disolución de la banda y, con la clásica parafernalia fascista de Batasuna, se rodeaban de vociferantes partidarios para dar vivas a los presos terroristas y exigir otra amnistía. Como ya se sabe que la estupidez no tiene límites, supongo que harán falta varios años de gobierno de Bildu para que algunos se convenzan –y otros ni eso- de que la democracia no tiene nada que ver con la imposición de normas que prohíben y persiguen la disidencia del nacionalismo y dan a elegir al disconforme entre el destierro o el exilio interior en su propia casa.

Con Bildu gobernando un millón de personas en docenas de ayuntamientos y la Diputación de Guipúzcoa, ETA no tiene necesidad alguna de atentar ni hacer acto de presencia más allá del previsible comunicado de jolgorio y felicitación por lo ocurrido. ¿Para qué estropear la fiesta si el heredero político va consiguiendo una tras otra las pretensiones que justificaron 858 asesinatos, miles de heridos y docenas de miles más de perseguidos, desterrados y extorsionados? Al contrario, ahora podrá aprovechar para tratar de reconstruirse y poder seguir amenazando como el Hombre del Saco de la construcción nacional, si las Fuerzas de Seguridad del Estado no lo impiden. Y nos dirán que eso, que no haya atentados sangrientos ni destructivos, eso es la Paz. Como decía el Caudillo Francisco Franco o sus portavoces en los nodos, telediarios y partes de Radio Nacional.

En fin -pensarán ustedes si han llegado hasta aquí-, ¿significa eso que hemos perdido la guerra con ETA y el nacionalismo obligatorio? Desde luego hemos perdido una batalla que, para más escarnio, estaba claramente ganada. Pero no, no nos han ganado: sencillamente algunos de los nuestros nos han traicionado y entregado a nuestros enemigos. Así de simple, así de grave. No deberá volver a ocurrir.

Carlos Martínez Gorriarán, carlosmartinezgorriaran.net, 13/6/11