- El falso coma del gallego Manel no ha sido la única ‘fake news’ que la prensa se ha tragado sin rechistar esta semana. El verdadero bulo ha sido la ‘renovación democrática’ de los órganos constitucionales
Una semana más, los signos vitales de este país no dan síntoma de recuperación. Al contrario: el enfermo español sigue agonizando entre recortes de las previsiones de crecimiento, broncas por las reformas entre los ministros del Gobierno que comprometen la ansiada llegada del oxígeno europeo, componendas entre partidos para seguir colonizando las instituciones a sus anchas –¡ay, los que venían a regenerar porque no había separación de poderes!– y una subida de precios que convierte para muchos en artículos de lujo desde la gasolina para el coche hasta la calefacción.
Y mientras en la cama España sigue postrada a la espera del milagro, gran parte de la prensa –el contrapoder, decían- se afana diariamente en destapar los escándalos que afectan “al otro” mientras callan los de “los suyos” o en difundir historias increíbles a la caza del click fácil, el telespectador y el radioyente sin criterio o el lector sin espíritu crítico que ya se ha acostumbrado a consumir la espuma de una falsa realidad que caduca en apenas lo que dura una curva de audiencia.
Es el caso del marinero gallego Manel Monteagudo, que se inventó hace ya meses un coma de 35 años y un despertar glotón a la literatura y los versos: una historia increíble que fue tragada sin masticar por la mayoría de los medios de comunicación de España, locales y nacionales, públicos -de EFE a RTVE-, privados y hasta con supuestos periodistas de investigación en el plató que viven como tertulianos sin cuestionarse siquiera cómo un marinero postrado y en estado vegetal puede casarse y tener dos hijas en ese periodo de tiempo.
La historia hacía agua por todos lados –como contó aquí Rubén Arranz– y sólo había que hacerse preguntas e intentar buscar las respuestas para que la fake new se desmoronara. Manel no es el culpable, al menos no el único ni el principal. Las estafas de Paco Sanz, el ‘hombre de los mil tumores’ o el padre de Nadia, la falsa niña enferma, que recaudó en unos días 150.000 euros tras recorrer platós y páginas de prensa, no hubieran sido posibles con una prensa que hiciera bien su trabajo.
Una prensa que no milite con los partidos, con espíritu crítico y que dude, tanto de lo que ve como de lo que le intentan vender.
El gran bulo en España
Pero el falso coma del gallego Manel no ha sido la única fake news que la prensa se ha comido sin rechistar esta semana en España. Una anécdota sin más consecuencias que el escarnio que ahora intentarán hacer con él los mismos que lo ensalzaron en sus horas de gloria. El verdadero bulo ha tenido lugar en el Congreso, donde la mayor parte de sus señorías nos han vendido una renovación democrática de los órganos constitucionales.
Mientras el PSOE obligaba a sus diputados a enviar a la dirección el sentido de su voto para evitar disidencias y el PP votaba sin fisuras a un candidato solo comparable en su militancia a la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, la mayoría de diputados de Unidas Podemos votaban sin rechistar. Eso sí, se hacían los dignos y hablaban de “renovación lacerante” y de votar con “la nariz tapada”. Pero votaban y ninguno pensó en renunciar a su acta y a los miles de euros que la acompañan. No hay pan para tanto chorizo, se gritaba en Sol hace años…
El Tribunal de Cuentas bien vale un Arnaldo, debieron pensar en la dirección de Podemos, que con la votación del jueves –muy dignos y con la nariz tapada, insisten- se ha lanzado de hoz y coz a solazarse en el engranaje de la rotación de cargos bipartidista y en el reparto de sillones.
¿Y la prensa? Los medios se han puesto cada uno la camiseta del equipo correspondiente. Desde hace días, pareciera que el único cargo que se votaba era el de Enrique Arnaldo, uno de los dos candidatos populares al TC. Arnaldo nunca debería haber llegado a ser la opción del PP si éste, como proclamaba, hablaba de regeneración. Amigo de Casado, trabajó para los populares, escribió artículos incendiarios… Tan marcado está que deberá apartarse en el futuro de muchos casos en el máximo órgano.
Sin embargo, nadie ha querido acordarse de otros candidatos. El más sangrante, el elegido de Podemos para el Tribunal de Cuentas. Luis Antonio de Padua Ortiz de Mendívil no solo ha sido abogado de la formación Morada en el caso de la Niñera de Irene Montero o en Neurona, es que comparte la sede de su sociedad… con La Última Hora, el libelo que funge como órgano oficial de Podemos en la Red. Eso sí que son credenciales para el puesto.
Tan escandalosa era su llegada al Tribunal de Cuentas –silenciada por el PP y el PSOE para que los otros cumplieran su parte del pacto y tragaran con el resto de nombramientos– que alguien a quien le quedaba un ápice de sentido común en la parte socialista del Gobierno vio lo que se avecinaba y hubo que hacer un movimiento in extremis.
España sigue a la espera de un milagro que las previsiones se empeñan en alejar. Entre broncas en el Gobierno y en la oposición, entre Yolandas y Pedros, Ayusos y Casados, el enfermo agoniza hasta la llegada de otra fake news que nos distraiga
En la lista de seis candidatos pactados por PSOE y PP, ninguno tenía perfil adecuado para hacerse cargo de la sección de Enjuiciamiento del Tribunal de Cuentas. Algo que sí cumplía el abogado de Podemos. Con nocturnidad y unas horas antes de plazo, populares y socialistas cambiaron la lista y retiraron a una gerente tributaria de Barcelona por una magistrada de Madrid. De no haberlo hecho, las multas del Procés habrían quedado bajo la supervisión directa del abogado elegido por Podemos. Regeneración, lo llaman.
Entre el falso coma del marinero gallego y la vergonzosa renovación de los órganos constitucionales, y con la prensa ajena a su labor fiscalizadora, España sigue a la espera de un milagro que las previsiones se empeñan en alejar. Entre broncas en el Gobierno y en la oposición, entre Yolandas y Pedros, Ayusos y Casados, el enfermo agoniza hasta la llegada de otra fake news que nos distraiga apenas un puñado de minutos y nos aparte de lo que realmente importa.