Otegi interpreta el acuerdo de Lizarra como un gran logro de la izquierda abertzale porque consiguió que todos los partidos nacionalistas aceptaran el discurso y los objetivos centrales de ETA: conflicto, negociación, nación y derecho de autodeterminación. Observa movimientos socialistas en la misma dirección y confía en sentar al PSOE en un segundo Lizarra.
Hay una pregunta sobre Zapatero que he oído más de una vez entre los círculos de personas que conocen bien el problema etarra: ¿pero quién le asesora sobre ETA? Lo plantean entre el asombro y la incredulidad porque no acaban de entender qué consideraciones y qué datos han llevado al presidente del Gobierno a pedir permiso para la negociación al Congreso, a lanzar el mensaje de las grandes posibilidades de un fin definitivo de ETA a través de esa negociación, o a repetir, cada vez que ETA pone nuevas bombas, que se siente optimista y que aprovechará cualquier oportunidad para la paz.
¿Pero, qué oportunidad? Él o sus asesores deberían leer el libro de Otegi. No revela nada nuevo pero confirma lo que ya sabíamos los demás y pone al día a los más despistados; es decir, que a pesar de las supuestas evoluciones internas de la banda insinuadas por el Gobierno, las exigencias etarras son, con matices, las mismas que hace diez años: el reconocimiento de la nación vasca con siete territorios y el derecho a la independencia. Hay matices, es verdad, porque, si bien ETA no renuncia a sus dos exigencias centrales, ahora está dispuesta a dialogar en una mesa de partidos sobre los plazos y formas de su realización.
Pero el problema es que esa mesa, esos plazos y esas formas no cambian lo sustancial de la situación para el Gobierno. Porque para ETA tregua y negociación no significan paz a cambio de presos, sino paz a cambio de nación vasca y derecho de autodeterminación. Otegi lo reitera una y otra vez en su libro: los representantes políticos de ETA no irán a la segunda mesa de negociación, la política, a discutir si tienen o no derecho de autodeterminación, sino que ese derecho y el reconocimiento de la nación vasca constituirán condiciones de partida para sentarse en dicha mesa. No habrá negociación entre ETA y el Gobierno, afirma, «si previamente no hay garantías suficientes de lanzar un proceso en términos democráticos»; es decir, si no hay «un Downing Street al estilo español hecho por el presidente del Gobierno, en el que reconozca la nación vasca y el respeto a lo que decidan los partidos en la mesa de solución».
¿Está Zapatero dispuesto a aceptar esas condiciones que son las mismas que no ha asumido ningún Gobierno hasta ahora? Esa es la gran cuestión y no el juego de la confusión con los movimientos internos de ETA. Porque la segunda clave de este libro es la esperanza puesta por ETA en la evolución de los socialistas. Otegi interpreta el acuerdo de Lizarra como un gran logro de la izquierda abertzale porque consiguió que todos los partidos nacionalistas aceptaran el discurso y los objetivos centrales de ETA: conflicto, negociación, nación y derecho de autodeterminación. Observa movimientos socialistas en la misma dirección y confía en sentar al PSOE en un segundo Lizarra. Y me temo que tenemos certezas demasiado escasas para afirmar que Otegi está profundamente equivocado.
Edurne Uriarte, ABC, 13/12/2005