Guillermo Paniagua, filósofo e investigador de la Universidad del País Vasco, dice que detrás del conflicto armado se esconde una disputa política donde se enfrentan un Estado saturado de autoritarismo y un pueblo que exige se le respete el derecho a decidir libremente.
Entrevista: Teodelina Alvarez.
El independentismo vasco se ha convertido en un problema insoluble para el Estado español. Desde 1951, el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) pide por la creación de un estado socialista para las siete provincias que integran el territorio de Euskal Herria. Su brazo armado, la ETA, es el actor político más intransigente de dicho movimiento, caracterizado por el alto grado de virulencia en sus atentados. En esta entrevista con Página/12, Guillermo Paniagua, filósofo e investigador de la Universidad del País Vasco, analiza la crudeza del enfrentamiento.
Radicado desde hace cinco años en la comunidad autónoma, el experto describió cómo su paso por el Euskal Herria lo obligó a concientizarse. “Cuando llegué al País Vasco no tenía noción alguna de lo que estaba pasando, estaba bastante mal informado tal como lo está el 90 por ciento de la gente. Estamos ante una disputa política donde se enfrentan un Estado, estructuralmente saturado de autoritarismo, y un pueblo como principal motor del proceso de liberación, que exige se le respete el derecho a decidir libremente y democráticamente su futuro”, explicó.
–¿Cuáles son los ejes fundamentales de la lucha del MLNV?
–El Movimiento es ante todo un referente ideológico identitario, un amplio movimiento popular compuesto por numerosas organizaciones que fueron apareciendo en los últimos 30 años, logrando una capacidad de movilización sin precedente en Europa tanto cuantitativamente –arrastran entre el 15 por ciento y el 20 por ciento del electorado – como cualitativamente. Tiene un objetivo estratégico: la construcción de un Estado socialista vasco. Es importante no caer en una tesis de tipo reduccionista del estilo todo el MLNV es ETA. Lo que ETA quiere es que tanto el Estado francés como el español reconozcan el derecho a la autodeterminación deseado por la mayoría vasca. La actividad armada de ETA cesaría ni bien se reconociera ese derecho.
–¿Cómo definiría la situación actual del independentismo vasco?
–En el marco de un escenario mundial post 11S, el Estado español se vio avalado en una nueva estrategia represiva. Por un lado, cobró fuerza la doctrina planteada por la Audiencia Nacional de persecución a la militancia independentista, sosteniendo la tesis de que “todo es ETA”. Cualquier muestra de solidaridad con los represaliados vascos es atacada. El otro pilar fundamental es la ley de partidos que ilegaliza a todo partido político que tenga los mismos objetivos que la izquierda abertzale. A esto se suman las fuertes medidas represivas aplicadas por el estado español: más de 760 presos políticos, prohibición de manifestaciones, no liberación de presos políticos, casi 7000 denuncias de torturas en los últimos 25 años y 350 personas asesinadas por grupos paramilitares patrocinados por el Estado. A pesar de todo lo enumerado, el MLNV ha logrado reunir hoy las condiciones objetivas para que dentro de poco haya un cambio de ciclo político. Una mayoría social vasca, casi el 60 o 70 por ciento, reconoce que en el derecho a la autodeterminación está la clave del conflicto, algo impensado hace 30 años.
–¿Por qué fallaron los intentos de llegar a un proceso de negociación?
–Hay que desprenderse de una vez por todas de dos mitos fundantes en el discurso dominante español: la existencia de una genuina transición democrática en España y la de un conflicto meramente armado. Este es un conflicto político donde la actividad de ETA es una consecuencia, no la causa. El tema vasco no es un problema con un gobierno o con otro, es un problema con el Estado y con eso quiero decir con todos los poderes públicos: Judicial, Ejecutivo y Legislativo. Se está poniendo en juego la territorialidad, algo fundamental para cualquier Estado soberano. En noviembre de 2004 la izquierda abertzale propuso que una mesa negocie los nudos del conflicto y otra, las consecuencias militares del enfrentamiento. Esa metodología se utilizó en 2006 y 2007, pero faltó voluntad. Se debatió, se habló de temas de fondo, pero la mesa fracasó. Un proceso de liberación es más que una simple negociación. Tiene que haber una serie de actores que estén movilizados, no solamente los que están hablando. Debe haber una dinámica de construcción desde la sociedad civil. Todo ello se bloqueó en 2007. Aun así estimo que se consiguieron muchas cosas.
–¿Qué rol debería tomar la comunidad internacional?
–Como en todo proceso de resolución de conflicto, la comunidad internacional tiene que implicarse, dar pasos firmes denunciando en primer lugar la violación sistemática de los derechos civiles y políticos en Euskal Herria y en segundo lugar acompañar el proceso democrático tal como se dio en países como Sudáfrica e Irlanda. Tanto el Comité antitortura de la ONU y Amnistía Internacional han presentado informes muy duros respecto de los excesos del estado español, pidiendo un cambio en la política penitenciaria, la anulación de la ley de partidos y la ley antiterrorista, entre otros. El gobierno, aun sabiendo todo esto, no hace nada al respecto. Es un estado con un tinte neofascista total, podrido estructuralmente.
–¿En qué lugar se para la opinión pública española frente al independentismo vasco?
–En el imaginario social español todavía se sigue hablando del “vasco terrorista” como pensamiento hegemónico. Esto se da por una batería de información, completamente manipulada, completamente tergiversada que se ejerce desde los medios de comunicación. ABC, La Razón, El Mundo, todos dicen lo mismo sobre el independentismo vasco. No hay pluralidad de criterios y esto lleva a una gran desinformación. Aquí se destacan tres elementos: la criminalización de todo lo que tenga que ver con el independentismo vasco justifica la política represiva española, se desnaturaliza un conflicto que es ante todo político, y se invisibiliza el mayor movimiento de masas que hoy en día existe en Europa.
–¿Qué futuro le depara al MLNV?
–El gobierno por las declaraciones, decisiones y medidas que viene llevando no tiene ningún interés en resolver el enfrentamiento. El Estado no va a cambiar de por sí, la clase dominante nunca va a renunciar a sus privilegios y a su condición de tal. Todos los derechos históricamente conseguidos por las clases populares desde derechos sociales, civiles a políticos fueron productos de la lucha. Hay que apostar por un movimiento de convergencia que logre unir a la gente en el seno de lo que pide el MLNV, articulando con esto un polo independentista. No sé cuándo, no sé cómo será la cronología de este proceso. Pero lo que sí sé es que sin una presión popular que imponga un bloque contra la represión y abogue por una actitud más activa y menos defensiva, la cuestión vasca continuará sin solución.
Página 12 (Argentina), 22/3/2010