“…La nueva generación está menos curtida, menos acostumbrada a la clandestinidad, es menos profesional. Se arriesga más, se muestra sin prejuicios y resulta mucho más peligrosa. Los desperados vascos de hoy consumen droga, se cansan pronto de sus escondites, abandonan la causa a menudo, cosas inimaginables para sus mayores que vivían como soldados…”
La agonía de la ETA no termina. Jefes clandestinos y comandos de asesinos son detenidos uno tras otro (más de treinta activistas encarcelados, varios cientos de explosivos incautados desde el comienzo del año). Pero la organización independentista sigue reclutando en una reserva que parece inagotable, adolescentes de la Calle Borroca que se inician en la violencia, se entrenan lanzando cócteles molotov y se fortalecen jugando a la guerrilla urbana cada sábado a la salida de los bares del País Vasco. Por lo tanto lo expertos son consecuentes: Eta ha iniciado la decadencia. Un informe de la policía española describe la organización al borde del abismo, dirigida por un jefe incapaz y por grupos sin experiencia.
Los cursos de entrenamiento ofrecidos a los etarras estos últimos años por la guerrilla colombiana y la complacencia manifestada por el régimen de Hugo Chávez, cuyo alcance se ha descubierto rastreando en el ordenador de Raúl Reyes, el difunto responsable de las relaciones exteriores de las Farc, adornan el cuadro con un toque exótico pero no cambian nada la constatación. Son aficionados que fueron sorprendidos robando automóviles en las afueras de París. Por primera vez, un policía francés lo pagó con su vida. No fue una víctima de una bala perdida, pero sí de un disparo para matar en el transcurso de un asalto. Hasta entonces, los comandos independentistas eran más discretos. Abrían fuego cuando la policía se cruzaba en su camino pero disparaban al aire o hacia sus perseguidores para cubrir sus huida. Esto no demuestra que la joven generación sea más fanática o más feroz.
Además eso sería difícil, Eta ha causado más de 800 muertes. Especialmente asesinando fríamente a sus adversarios políticos desarmados o firmando atentados indiscriminados particularmente atroces. La nueva generación está menos curtida, menos acostumbrada a la clandestinidad, es menos profesional. Se arriesga más, se muestra sin prejuicios y resulta mucho más peligrosa. Los desperados* vascos de hoy consumen droga, se cansan pronto de sus escondites, abandonan la causa a menudo, cosas inimaginables para sus mayores que vivían como soldados. Ley implacable de las organizaciones clandestinas: la guerrilla se transforma en secta, los combatientes se transforman en terroristas.
El 11 de marzo, reunidos con el gobierno Zapatero para conmemorar la matanza de Atocha, los diputados españoles institucionalizaron un “día de la memoria” para las víctimas del terrorismo. Las Cortes sorprendieron eligiendo el 27 de junio para celebrar este homenaje anual, en recuerdo del primer atentado mortal de ETA en 1960. Cruel ironía cuando se recuerda que la izquierda llegó al poder aupado por los atentados de Al Quaeda y por el empecinamiento del equipo de Aznar priorizando de la pista vasca. Por más que la izquierda denunciara las mentiras del poder de las que se benefició. Los panfletos acusaban a la derecha de apoyar a América en guerra. “¡Vuestra guerra, nuestros muertos!” proclamaban las banderolas de la manifestación monstruo organizada en vísperas del escrutinio, como si los atentados constituyeran represalias legítimas al compromiso con Irak…
Esta elección del 27 de junio recuerda sobre todo que España sangra desde hace cincuenta años. Y que Europa no ha descubierto la guerra al terrorismo aprendiendo el significado de la palabra “djihad”. En Alemania, Italia, Irlanda, Grecia, Francia grupúsculos habitualmente de extrema derecha han intentado escribir la historia con un arma en la mano. Sus puestas en escena, su violencia han fracasado a la hora de desestabilizar al Estado. Había una literatura que se preguntaba sobre la legitimidad de una pseudo “lucha armada”. No queda nada de esas multitudes ensangrentadas. Sin renegar, las democracias han encontrado la respuesta al desafío de los despérados* adaptando sus dispositivos judiciales y sus métodos policiales. El terrorismo es un desafío que requiere tiempo, una respuesta política y un trabajo de policía.
Al contrario que la guerra al terrorismo, inventada al día siguiente del 11.09 que se comprueba que es un concepto vacío y una ilusión estratégica.
*Despérados, en el original
Vincent Hervouet: periodista francés de Chaîne Info, del grupo privado de televisión TF1. Presenta el programa de información internacional Journal du Monde. Siempre termina sus programas con la misma frase: “Así va el mundo. La información continúa en Chaîne Info”.
Vincent Hervouet, L´OBSERVATEUR, 26/3/2010