LUIS VENTOSO-EL DEBATE
  • «Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta», decía el manipulador Rubalcaba en 2004. Hoy sufrimos al Ejecutivo más mentiroso en 40 años
Hoy la seña distintiva del PSOE es la mentira. Y su segunda marca característica, la renuncia al patriotismo elemental. Han inmolado el principio de realidad en el altar de la ideología. O ni siquiera eso. Simplemente, todo engaño está justificado si contribuye a la meta única de la organización: remar para que el líder, que es más bien flojo en las urnas, pueda conservar el poder a lomos del engaño a gran escala.
En el teatro del sanchismo la trola requiere además un plus de puesta en escena. Ha de ser aliñada con unas gotas de chulería asertiva y un poco de melodrama. Y nadie se aplica a ello como Félix Bolaños García, el triministro, actual fontanero para todo de Sánchez tras las purgas del sobrevalorado gurú Iván Redondo y de aguas profundas Ábalos (nótese que el círculo íntimo del supuesto gran líder feminista siempre lo conforma una pandi de gachós).
En una jornada aciaga para su jefe, con duros reveses judiciales a su embestida contra la democracia, Bolaños se fue de gira a Bruselas para venderles la moto averiada que el Gobierno de España es el más escrupuloso observador del juego limpio. Tras verse con el comisario de Justicia y con la vicepresidenta europea de Valores y Transparencia, el ministro se presentó muy altivo para gallear así ante los medios: «Hay cero preocupación en la Comisión Europea sobre la salud y fortaleza del Estado de derecho y la separación de poderes en España. Cero. Ninguna», remarcó gustándose.
El pasaje fue repetido hasta el hastío en las televisiones del régimen, que son casi todas («cero, ninguna preocupación»). Por supuesto, Bolaños, con su despeinado de peluquería y sus labios fruncidos en gesto despectivo, aprovechó también para arrearle unos cuantos sopapos al PP por difundir por Bruselas el odioso bulo de que el buen Sánchez es un peligro para la separación de poderes y la propia democracia.
Bolaños mentía, claro, como buen alumno de su jefe. Pero ha sido la propia Comisión Europea, de una manera insólita para sus usos, la que ha puesto sobre la mesa la trola y señalado al trolero. Todavía seguían las televisiones, radios y tertulianos del Orfeón Progresista resaltando el rotundo «cero preocupación», cuando los portavoces de la Comisión salieron a negar tal cosa y dejaron a nuestro petulante triministro como lo que es: un tipo con una relación elástica con la verdad, por expresarlo de modo generoso.
Recuerdo, y no sin amargura, el lema con que el maquiavélico –adjetivo también generoso– Rubalcaba manipuló para los intereses electorales del PSOE el dolor del dantesco atentado de Atocha: «Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta».
Hoy padecemos el Ejecutivo más mentiroso de los últimos cuarenta años. No es algo anecdótico, porque con un trolero compulsivo no se puede construir nada en común. Lo expresó mucho mejor que yo mi admirado Samuel Johnson, el sensato y peculiar ensayista del XVIII inglés, que entre pinta y pinta soltaba verdades como esta: «No hay crimen más infame que la violación de la verdad. Es evidente que los hombres no pueden ser seres sociales mientras no se crean unos a otros».
La mentira es un arma de destrucción masiva. Imposible levantar un edificio con quien pretende que el cemento es serrín y los zócalos, vigas. El PSOE está repitiendo su oprobioso comportamiento de la II República, cuando intentó cargarse a la brava un régimen que hoy ensalza y mitifica hasta el absurdo. Sus nuevas armas para conservar el poder a todo precio son cuatro: 1.-El asalto a la justicia independiente. 2.-Negar al adversario su derecho a existir («el muro», de Sánchez). 3.- La rendición absoluta al separatismo como única vía para poder sumar los escaños que dan el poder. 4.- Comprar voluntades y votos dilapidando sin tasa dinero público en subvenciones, incluso a costa de arruinar las arcas del Estado. Y la munición en esta guerra contra las bases elementales de la democracia es la mentira.
Si yo fuese Bolaños, tras la cogida en el alberto de Bruselas, donde la Comisión lo ha empitonado de manera seria, me metería en piltra colorado y no asomaría la napia en dos semanas. Pero no ha sido el caso. Al correctivo ha respondido reafirmando de inmediato la trola por la que Bruselas lo ha llamado al orden. En días sucesivos lo tendremos de nuevo encantando de haberse conocido e impartiéndonos lecciones pedantuelas de «progresismo» obligatorio.
¿Qué ha emponzoñado las mentes de estas personas? ¿Cómo es que un chaval inteligente, muy destacado en sus estudios, hijo de emigrantes españoles en Alemania que trabajaron duro para sacarlo adelante, alto empleado del Banco de España, se ha convertido en un ser de tan liviana categoría moral? ¿Por qué ese rencor y esas mentiras en serie? ¿Por qué se apresta un español de éxito, madrileño para más señas, a vender a su país, descangallar su Estado de derecho y hacerle risitas zalameras a Junqueras? La avería tiene un nombre: PSOE, en estos momentos el gran problema de España.