CAYETANO GONZÁLEZ – LIBERTAD DIGITAL – 12/04/16
· El sentimiento independentista cotiza a la baja en el País Vasco. Al menos eso es lo que se desprende del último sondeo de la Universidad del País Vasco, el conocido como Euskobarómetro, hecho público el pasado viernes. Según ese estudio, los vascos que dicen tener un deseo «grande» de independencia son el 24%, frente a los 41% que confiesan que no tienen «ninguno» y un 22% que señala que su afán independentista es solamente “pequeño”.
Estos resultados, a primera vista, podrían considerarse contradictorios con lo que luego votan los ciudadanos vascos. En las últimas elecciones autonómicas, celebradas en octubre de 2012, los partidos que llevan en su ideario el objetivo de la independencia, PNV y EH-Bildu, sacaron entre los dos el 59,64% de los votos y 48 escaños, de un total de 75. Por el contrario, los partidos constitucionalistas, PP, PSE y UpyD, obtuvieron el 32,80% de los votos y 27 escaños.
De cara a las elecciones vascas que tendrán lugar dentro de muy pocos meses –tocarían el próximo otoño, pero el lehendakari Urkullu, de acuerdo con su partido, está barajando adelantarlas a junio–, ese puzle se complica todavía más con la entrada de Podemos, al que las encuestas sitúan como segunda fuerza, con una horquilla de entre 19 y 21 escaños. El partido de Pablo Iglesias ha defendido en el último Aberri Eguna (Día de la Patria Vasca) el derecho a decidir del pueblo vasco, aunque matizando que ellos no son partidarios de la independencia.
¿Qué es lo que puede explicar ese desfase entre los votos a los partidos independentistas y las preferencias que luego se expresan en las urnas? La respuesta es muy sencilla: el bolsillo y el pragmatismo que de vez en cuando le entra al PNV, y que suele contagiar a sus militantes y votantes. Ya lo dijo Arzalluz, allá por la década de los años 80: «Con la independencia, en Euskadi no nos da ni para plantar berzas». Luego le salió un lehendakari respondón, Juan José Ibarretxe, que intentó llevar adelante su manido plan, que fue tumbado en el Congreso de los Diputados por el PP y el PSOE.
A partir de esa experiencia, el PNV reculó y se dedicó a lo que mejor sabe hacer: gestionar de forma bastante aseada las Administraciones en las que gobierna, que son prácticamente todas, y conseguir de esa forma que los ciudadanos vascos estén satisfechos con los servicios públicos que tienen.
Esto no quiere decir que el PNV haya abandonado la vía soberanista en la que le introdujo su fundador, Sabino Arana. Su actual pragmatismo no garantiza que en un futuro, si les interesa, puedan volver a ella. De momento, es verdad que tanto el lehendakari Urkullu como el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, han marcado distancias con el proceso soberanista impulsado en Cataluña por Artur Mas y ERC, subrayando que su apuesta es por una relación bilateral con el Estado, siempre de forma acordada y no planteando pulsos al mismo.
Con una banda terrorista ETA bajo mínimos desde el punto de vista operativo, aunque presente en las instituciones a través de sus diferentes marcas, el PNV ha optado en los últimos años por no enredarse en los debates identitarios y centrarse en la gestión del enorme poder que ostentan.
Habrá que ver hasta dónde llega la presión independentista que previsiblemente la denominada izquierda abertzale, con Otegi como candidato a lehendakari, le quiera meter al PNV. Pero tampoco está para muchas bromas esa izquierda abertzale, porque sabe que muchos de sus votos se han ido a Podemos, lo cual significa que no todo el electorado antisistema en el País Vasco es independentista. Como le dijo el ya mencionado Ibarretxe al exconsejero socialista del Gobierno vasco, José Ramón Recalde, cuando este yacía en la cama de un hospital de San Sebastián después de haber sufrido un atentado de ETA: «José Ramón, qué pena que en Euskadi pasen estas cosas, con lo bien que se vive aquí».
CAYETANO GONZÁLEZ – LIBERTAD DIGITAL – 12/04/16