Gaizka Fernández Soldevilla-ElCorreo
- La zona subsahariana es el epicentro mundial del terrorismo islamista
Historiador, Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo
De acuerdo con el Ministerio del Interior, en 2022 entraron en España 31.219 inmigrantes en situación irregular. La mayoría de ellos provenían de África: de Marruecos, Argelia y más al sur. Los subsaharianos recorren el camino más largo y peligroso, arriesgándose a sufrir robos, violaciones, violencia racista (como últimamente en Túnez), morir en la frontera o en el mar e incluso ser deportados cuando llegan a Europa. ¿Por qué lo hacen? Buscan trabajo y una vida mejor, pero, además, muchos huyen del horror.
África subsahariana es el escenario de guerras civiles, golpes de Estado, la actuación de mercenarios, la proliferación del crimen organizado y el crecimiento de la violencia fundamentalista. Según el Anuario del Terrorismo Yihadista 2022, del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), el año pasado la región concentró el 72% de los atentados y el 75% de las víctimas mortales producidas en todo el planeta.
La parte occidental de África fue la más golpeada: los yihadistas asesinaron a 1.604 personas en Burkina Faso, a 1.578 en Malí y a 727 en la República Democrática de Congo (RDC). Las comparaciones son odiosas, pero nos permiten hacernos una idea de la catástrofe humanitaria: ETA, el yihadismo, los Grapo, la ultraderecha, los GAL, el FRAP y otras bandas terroristas arrebataron 1.454 vidas en España entre 1960 y nuestros días. Dicho de otro modo, en tan solo un año se han acumulado más víctimas mortales en Burkina Faso o en Malí de las que hubo aquí durante seis décadas.
Contra lo que difunden los discursos islamófobos, la inmensa mayoría de los damnificados por la violencia yihadista han sido y son musulmanes. No obstante, el OIET destaca que el año pasado también proliferaron los ataques indiscriminados contra cristianos en la RDC y Mozambique. Los yihadistas africanos imitan así a sus homólogos de Oriente Próximo y Medio, que llevan tiempo persiguiendo a las minorías étnicas y religiosas.
En 2021 Afganistán se situaba a la cabeza del ránking del terror internacional, con 3.169 víctimas mortales, pero en 2022 bajó a la quinta posición: 668 asesinatos. La explicación es simple. Una vez reconquistado el poder, los talibanes han dejado de recurrir a las bombas y los tiroteos, ya que ahora disponen de otros métodos para imponer su proyecto teocrático. Sin embargo, han sido incapaces de neutralizar a su competencia, la rama regional de Estado Islámico (Dáesh). El autodenominado Estado Islámico del Gran Jorasán continúa atentando en Afganistán, así como en Pakistán y en determinadas áreas de India.
En Europa se ha reducido el número tanto de acciones terroristas como de víctimas. En 2021 los yihadistas acabaron con la vida de 10 personas; en 2022, con la de dos: una asfixiada en una prisión de Arlés (Francia) y otra apuñalada en Bruselas (Bélgica). El descenso es consecuencia no solo de la labor policial y de la debilidad de Al-Qaida y Dáesh en el viejo continente, sino también de que los yihadistas están centrados en un objetivo más asequible: el África subsahariana.
Es un problema que nos preocupa y nos ocupa. Como explica el Informe Anual de Seguridad Nacional 2022, «España es uno de los países más comprometidos en la lucha contra el terrorismo en el ámbito internacional». Por eso participa en misiones como los proyectos de la Unión Europea para el fortalecimiento institucional y la capacitación de las fuerzas de seguridad locales de África.
El yihadismo también supone una amenaza dentro de nuestras fronteras. ¿Cómo afrontarlo? A corto plazo, la eficacia del CNI, la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Ertzaintza y otros cuerpos autonómicos ha impedido que en 2022 se produjesen atentados mortales. Según el Ministerio del Interior, se efectuaron 27 operaciones policiales contra redes yihadistas en las que se detuvo a 46 sospechosos, dos de ellos en el País Vasco. A medio y largo plazo, es indispensable implementar planes de prevención de la radicación violenta, como el proyecto educativo que ya están desarrollando el Centro Memorial y otras instituciones.
El año pasado, globalmente, los yihadistas perpetraron un total de 2.270 atentados que causaron 8.305 víctimas mortales. Aunque alta, la cifra de fallecidos es un 17% menor que la registrada en 2021. Y un 40% inferior a la de 2017. La tendencia a la baja del último lustro es un dato esperanzador. No obstante, debemos ser muy cautos. Por un lado, la única razón por la que hay menos asesinatos en Afganistán es el regreso de los talibanes. Por otro, África subsahariana se ha convertido en el epicentro mundial del yihadismo. Si el fenómeno no cesa de extenderse por el continente, tarde o temprano nos volverá a afectar de manera directa.