La falacia de Artur Mas y Romeva sobre la mayoría de 68 escaños

EDITORIAL EL MUNDO – 15/09/15

· Según avanza la campaña, aparece con mayor nitidez la estrategia nacionalista: movilizar al electorado indeciso. Las encuestas dan a la lista de Junts pel Sí por debajo del 40%, lo que supondría unos 60 escaños, un resultado que haría depender la proclamación unilateral de independencia de la CUP, un partido antisistema de extrema izquierda.

En este contexto, Artur Mas descalificó ayer a Pablo Iglesias, tachándole de «ultraderechista» y afirmando que su discurso es el mismo que el de Aznar. El presidente de la Generalitat aseguró que quien no trabaje para que haya una mayoría del «sí»a la independencia, «lucha para que salga el proyecto de Aznar y del PP». Mayor reduccionismo no cabe.

Lo que está haciendo Artur Mas es dividir a los catalanes entre «ultraderechistas» y «nacionalistas», ignorando que se presentan siete listas a las elecciones con una pluralidad de opciones que van mucho más allá de esa burda simplificación.

Pero a Mas le interesa que el electorado crea que las elecciones son una pugna entre buenos, los suyos, y malos, que son los que no piensan como él. Resulta un comportamiento habitual en el nacionalismo establecer este tipo de distinciones para dividir a la sociedad. El mensaje del líder de CDC es que quien no se adhiera a las señas de identidad que él representa no es un buen ciudadano.

Por otro lado, resulta patética la fijación con Aznar, que abandonó la política activa en marzo de 2004, hace más de diez años. Los nacionalistas necesitan contar con un enemigo externo para reforzar la cohesión, pero apuntar a estas alturas contra Aznar parece una frivolidad.

Mucho más preocupante resulta que Artur Mas y Raül Romeva hayan coincidido en las últimas 48 horas en subrayar que bastan 68 escaños, la mitad más uno del Parlamento, para proclamar una independencia que, en palabras del presidente de la Generalitat, no está sujeta a negociación.

Mas insistió en una entrevista en La Sexta en que lo que van a contar son los escaños, despreciando el hecho de que el número de votos de los no independentistas pudiera ser superior, como reflejan todas las encuestas. Igualmente Mas no considera importante el nivel de la abstención en las próximas elecciones, de suerte que estaría dispuesto a avanzar hacia la independencia con menos de un 30% de los votos sobre el total del censo.

Para cambiar la ley electoral en Cataluña se necesita una mayoría cualificada, pero para proclamar la independencia bastan 68 escaños, según la peculiar teoría de Mas que contradice no ya sólo las reglas más elementales de la democracia sino también lo que él mismo venía sosteniendo hasta hace unos meses.

El problema de Artur Mas es que está incurriendo en aventurar una serie de profecías de las que será rehén si gana las elecciones. El líder de CDC se ha ido radicalizando hasta convertirse en una caricatura de sí mismo, una apuesta que no le puede salir bien porque es imposible engañar a todos todo el tiempo.

EDITORIAL EL MUNDO – 15/09/15