Paula Fraga-El Español
 

No me llame Ternera es el nombre del documental que Jordi Évole le ha dedicado al exdirigente de ETA Josu Ternera, investigado por once asesinatos, entre ellos el de cinco niños. En él, Ternera reconoce además su implicación en el asesinato del alcalde de Galdácano, Víctor Legorburu, crimen impune por la Ley de Amnistía de 1977.

No me llame Ternera reza el título, con una clara intencionalidad de blanqueamiento, pidiendo no utilizar el nombre asociado a su época de dirigente etarra. Le acepto la orden. Carmen Tagle, fiscal, fue asesinada tras llamarlo «valiente hijo de puta».

El hermano de Tagle afirma que supieron que Ternera pronunció las palabras «a esta matarile» tras ser interrogado por ella el 16 de mayo de 1989. Y así fue.

El 12 de septiembre de 1989, cuando la fiscal tenía 44 años y una carrera digna de admiración igualmente combativa con los GAL como con ETA, fue acribillada a tiros por su cobarde asesino, Henri Parot.

Como mujer socialista, marxista para más señas, me indigna profundamente la estulta fascinación que la izquierda mediática profesa por opciones políticas cuya pretensión es extranjerizar a millones de ciudadanos. Una fascinación que les hace llegar a la tolerancia, cuando no a la justificación y el apoyo, de bandas terroristas que han asesinado, extorsionado y amenazado a miles de compatriotas.

A la izquierda institucional no le basta con haberse tragado una a una las falacias sobre España construidas por sus enemigos geopolíticos desde el descubrimiento de América, cuando España pintaba algo (y de ahí la interesada propaganda hasta hoy).

No les basta tampoco con asumir las invenciones históricas de los nacionalismos fragmentarios.

También tienen que legitimar hasta a quienes han homenajeado a etarras para que sus pactos de Gobierno resulten menos vergonzantes. Y en esta tarea, de la que el documental de Évole forma parte, está afanada la izquierda mediática.

Jordi Évole ha llegado a decir que no tiene opinión personal sobre Josu Ternera. Un señor que pronunció las siguientes palabras en la entrevista que el mismo Évole realizó para el documental:

Los guardias civiles que murieron ya sabían cuál era su función. ¿No decían todo por la patria?

O esta:

Los niños que murieron en la casa cuartel de Zaragoza no deberían haber estado con sus padres.

Y he aquí el problema. La izquierda mediática y parte de una izquierda social que «no tienen opinión personal» o que, si la tienen, está plagada de disculpas sobre quienes sólo han infundido terror a la sociedad española.

Como socialista, y reitero porque basta de asumir estos discursos en nombre de las izquierdas, exijo contundencia en la condena a etarras. Porque no fue un movimiento surgido por oposición a la dictadura franquista, ni para frenar ningún colonialismo. Fue un movimiento reaccionario y sangriento basado en ideas supremacistas que pretendía atentar contra la integridad territorial de España.

Y lo hizo contra la vida de ciudadanos por oponerse a sus tesis o porque pasaban por allí. Como los niños del cuartel de Zaragoza o las personas que vivieron el último día de sus vidas en Hipercor, atentado del que Josu Ternera culpó al Gobierno «por no cumplir con su función y desalojar cuando se le dijo».

Este «militante fanático», como simplemente le llamó Évole, fue diputado del Parlamento vasco entre 1998 y 2005, con el actualmente ilegalizado partido Batasuna, tras considerar probado el Tribunal Supremo que la creación de este partido político fue «un hecho instrumental por parte de la banda terrorista ETA».

Batasuna y otros partidos nacionalistas que hoy Pedro Sánchez llama «bloque progresista» nombraron en 1999 a Josu Ternera miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco. No creo necesario explicar la humillación y desprecio a las víctimas de ETA.

Sortu, partido heredero de Batasuna y que cuenta con representación parlamentaria en el grupo de Bildu, también se ha pronunciado sobre el documental. Lo ha hecho para lamentarse de que no se dé cabida a la violencia perpetrada por el Estado, idea que arguyen cada vez que sale a colación la violencia de ETA.

Argumento legítimo. Ahí estamos quienes, como Tagle, la fiscal asesinada, condenamos los asesinatos de unos y otros. Sin ambages ni disculpas. Pero no le podemos exigir lo mismo a Sortu, EH Bildu y la izquierda mediática porque sencillamente no están dispuestos. Seguirán fabricando disculpas, justificaciones y pretextos para exculpar, cuando no directamente homenajear, a los etarras.

Los que, con razón, exigen memoria histórica por las víctimas del franquismo o de los GAL imponen una humillante desmemoria por las víctimas de ETA y un relato mendaz e insultante para las mismas. Que no cuenten con la tolerancia de cada vez más mujeres y hombres de izquierdas que, sin formar parte de deshonrosas comisiones de derechos humanos, los defendemos para cualquier ciudadano.