El PNV, más que tener dos caras, quiere hacérnoslas ver con todo tipo de mistificaciones. Se sostienen los planes de Ibarretxe, se recurre al Constitucional, se aprueban los gastos que ya ha ocasionado, se pacta parlamentariamente con el PCTV… Y cuando interesa, se dice que es un acuerdo del Gobierno autonómico y que sus intereses como partido son otros.
Asistimos estos días, después de meses de visible presión policial, a la persecución judicial de ETA y sus caretas de todo tipo. De sus ramificaciones más bien, ya que la banda terrorista, como acreditan tanto las sentencias como el sentido común, no son sólo una serie de grupos armados sino también un entramado complejo de apoyos económicos, políticos, etc., sin los cuales aquellos no podrían existir y hacer el daño continuado que hacen.
Todo ello nos retrotrae al tiempo nefasto en que una y otra cosa parecían detenidas para ver si el Gobierno conseguía sacar adelante el proyecto de final dialogado -llamado «proceso» con un término que procede de la propia banda- y que terminó, como se preveía, en un rotundo y desgraciado fracaso. Hemos constatado, algunos tarde, es de esperar que ninguno mal, que en ETA no hay resortes internos para una pretendida autodisolución: el terrorismo no es para la banda sólo un instrumento, lo que ya sería pernicioso, sino parte de su entraña y de su ideología totalitaria.
La consecuencia no es otra que seguir con la férrea persecución policial de todos los extremos del terrorismo para poner a sus responsables a disposición de la Justicia y mantener, con idéntica tenacidad, la exclusión -y hasta el hostigamiento legal- de los que de un modo u otro colaboran con él o cooperan a sostenerlo y conseguir sus bárbaros objetivos. No es sino lo que se decía en el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo.
Si el juicio de lo que se hizo durante la primera legislatura de Zapatero, siendo legítimo, pertenece al pasado, las enseñanzas y las consecuencias de lo que ocurrió son asuntos candentes del presente, retos políticos que deben ser afrontados con seriedad. Un ejemplo ha saltado ya a las páginas de los periódicos y al debate político: ANV ha sido ilegalizada y disuelta (con datos y argumentos que ya se conocían cuando no se quiso presentar la correspondiente demanda), pero su poder local real sigue activo. Es un inconveniente y una alteración de la vida democrática. El Gobierno, si no quiere disolver los ayuntamientos en que gobierna ANV, tendría que explicar cómo va a lograr el objetivo de que ninguno de los que sostienen y dependen de ETA participen en la vida política.
Pero, quiérase o no, este asunto -el de ETA- afecta directamente al PNV y a las relaciones de los grandes partidos con esa formación nacionalista. Afecta porque el PNV es el sostén principal de los planes de autodeterminación del lehendakari Ibarretxe, aprobados con la ayuda de los secuaces de la banda terrorista en el Parlamento Vasco y recogiendo, hasta en la terminología, la doctrina de ETA. Afecta porque, desde las mismas bases de la «Izquierda Abertzale», con la que Ibarretxe quiere conformar una plataforma política, el PNV es el elemento fundamental de un enfrentamiento con el Estado y con el propio sistema constitucional hasta el punto de animar absurdas y esperpénticas demandas contra el primero en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Ya intentó el Gobierno vasco demandar a España en el mismo tribunal y, como se le dijo que era parte del Estado y no podía admitirse, se saca de la manga esta operación en la que los elementos atrabiliarios no ocultan la indignidad.
Ya sabemos que el PNV, más que tener dos caras, quiere hacérnoslas ver con todo tipo de mistificaciones. Se apoya a Ibarretxe, se sostienen sus planes, se recurre al Tribunal Constitucional con él, se aprueban los gastos que ya ha ocasionado la iniciativa, se pacta parlamentariamente con el PCTV para que siga vigente, etc. Y, por otro lado, cuando interesa, se dice que es un acuerdo del Gobierno autonómico y que sus intereses como partido son otros. Si fueran realmente otros la coherencia debería llevar al PNV por otro lado pero no es así en absoluto: el que tenía otros planes, el ex presidente del PNV Josu Jon Imaz, no pudo ni convencer a sus compañeros de la dirección y lo que tuvo que hacer es dimitir y abandonar la política.
Importantes sectores del PSOE quieren, a pesar de todo, seguir manteniendo vínculos de entendimiento y acuerdo político con el PNV, incluso defienden, antes de conocer los resultados, la conveniencia de un acuerdo con los nacionalistas tras las próximas elecciones vascas. Ya empiezan las contrapartidas y los manejos. Debe quedar claro, al menos, que no lo hacen con un PNV ajeno a los planes de Ibarretxe y la doctrina de ETA, sino tratando de engañarse y engañarnos con una ficción.
Germán Yanke, ABC, 19/9/2008