La ‘fórmula fallida’ de ETA

ÁNGELES ESCRIVÁ, EL MUNDO 19/02/13

· La banda maquilla su intransigencia con una disculpa ofensiva para presionar al Gobierno a días del congreso de Sortu, aunque está advertida de que el tiempo corre en su contra.

Hace ya más de un año que los miembros de la izquierda abertzale más conocedores de las interioridades históricas de ETA y de sus procedimientos protocolarios aseguran que el siguiente paso importante que se espera de la organización, el que debería dar según la lógica interna de todos sus veteranos, es el «reconocimiento del daño causado». Nunca han considerado el arrepentimiento o la condena como una opción, pero sí esa asunción de responsabilidades, desde el punto de vista humano pero, sobre todo, desde el punto de vista político. «Se trata de encontrar una fórmula», decían, «con la que la organización reconozca que su actitud ha generado perjuicios…».

Cuando el mundo abertzale dice que hay que «encontrar una fórmula», lo que quiere decir es que hay que hallar un modo de dar algún paso que sea poco ofensivo para la banda y que cumpla con determinadas expectativas (las menos exigentes pero admitidas socialmente) sin necesidad de dar la razón al enemigo que les ha ganado la partida operativa y que siempre será el Estado. Y cuando habla de perjudicados políticos, aunque parezca mentira, se ve a sí mismo y a su entorno, porque reconoce que, sobre todo al final de la época de las ilegalizaciones, la actitud de ETA fue un lastre. Recuérdese que, cuando en 2010 el brazo político ganó por primera vez el debate interno cuestionando la idoneidad del uso de la violencia en esos momentos, la dirección le tenía preparada una campaña de atentados para sentar su autoridad.

El hecho es que se esperaba el «reconocimiento del daño causado» para hace meses, pero no se ha producido. Txeroki se descolgó ayer lamentando los inconvenientes causados a quienes no tuvieron «ninguna responsabilidad en el conflicto». Excluía, pues, de este acto de contricción, al menos, a los policías, empresarios, guardias civiles, militares, periodistas, ertzainas, jueces, fiscales y demás ciudadanos afectos a la democracia asesinados.

Es cierto que no hay muchos precedentes de una petición de disculpa por parte de ETA. La última, cuando tras el atentado de la T-4 se vio obligada a salir al paso por haber asesinado a dos ciudadanos, Estacio y Palate, que, por ecuatorianos, no eran su objetivo. Y es cierto que hace meses Txeroki impulsaba una corriente de presos contrarios al proceso de cese definitivo tal y como se había concebido. El 12 de noviembre este periódico anunció que Garikoitz Azpiazu y los suyos harían a principios de 2013 una declaración rectificando y, efectivamente, ayer leyeron un comunicado en el que asumen que la decisión de parar es irreversible.

Pero esa es una cuestión de interés interno a pocos días del primer congreso de Sortu. Para los demás, el comunicado es insuficiente y ofensivo, y confirmaría algo que ha trascendido poco. Si la situación no ha cambiado en las últimas dos semanas, lo cierto es que la dirección de ETA se ha encastillado en su intransigencia para desesperación de la izquierda abertzale y de los verificadores internacionales a quienes los representantes de la banda han ninguneado en sus últimos encuentros en Oslo. Incluso se habló de un señalamiento de zulos y los etarras lo desestimaron entonces.

Y llevan así un tiempo. En su anterior comunicado, ETA ofrecía un calendario de negociación sobre los presos y el desarme si se quería dar el «conflicto por superado». Pero exigía al Gobierno que pidiese perdón por «la violencia que ha empleado en la confrontación». Con la sarcástica petición de disculpas de ayer, pretende dejar de nuevo la pelota en el tejado del Ejecutivo.

Hasta los mediadores internacionales han sugerido a la dirección de ETA que deje de aplazar sus decisiones porque el tiempo corre en su contra. Sólo puede prolongar la agonía de sus militantes fuera y dentro de prisión, incluso aunque se escindiese. ETA debería ser consciente de esta realidad. Y el resto también.

ÁNGELES ESCRIVÁ, EL MUNDO 19/02/13