Ignacio Camacho-ABC
- El sentido de pertenencia emocional a un bando perdona la decepción para que nogane el adversario. Hay Sánchez para rato
El periódico trae hoy una mala noticia para los votantes de la derecha, y es que si mañana hubiese elecciones volverían a perderlas. Dicho de otra manera, que el Gobierno apenas sufre desgaste por su gestión en la pandemia pese a que una abrumadora mayoría piensa que le han mentido, que la economía y el Covid van a peor y que el futuro se presenta envuelto en una siniestra nube negra. Ya, ya, se trata sólo de una encuesta, pero en primer lugar resulta que casi todas recogen similar tendencia, y en segundo término sucede que GAD-3 es la empresa que más suele aproximarse a las cifras de voto verdaderas. La demoscopia no es una ciencia exacta, pero la experiencia
demuestra que en casi todos los casos se acerca a la realidad con más precisión que las redes sociales, los grupos de whatsapp y demás espejismos donde se proyectan, con un engañoso efecto de aumento, las percepciones de nuestra propia conciencia. Sucede que los algoritmos de internet y los números de nuestra agenda nos relacionan con gente que comparte las mismas ideas, y eso nos conforma una opinión sesgada y una mirada incompleta que a menudo induce conclusiones incorrectas. Y aunque los sondeos no siempre aciertan, su campo es más abierto, su foto más nítida y su apreciación más compleja.
Hay como mínimo media docena de razones que explican por qué Sánchez mantiene su ventaja, aun con ligero descenso. Una, su hegemonía propagandística, que impone su «relato» en los medios. Dos, la incapacidad de la oposición, sobre todo del PP, para encontrar el tono del discurso y el liderazgo de los conceptos que sintonicen con el elector medio. Tres, la fragmentación de la derecha y el centro, que en este sistema electoral constituye un suicidio estratégico. (Una sola lista rozaría la mayoría absoluta en escaños, que en sufragios ronda, como la de Rajoy en 2011, un 44 por ciento). Cuatro, la habilidad de la izquierda para agitar debates de polarización y enfrentamiento. Cinco, que en la férrea estructura de bloques que caracteriza la política española desde hace tiempo, los nacionalistas desequilibran cualquier posible empate a favor de la alianza entre el sanchismo y Podemos. Y seis, quizá la esencial, que el factor de decisión de voto sigue siendo en gran medida biográfico, ideológico, basado en una identificación emocional y en un sentido de pertenencia -«los nuestros»- más potente que cualquier argumento.
Así, muchos ciudadanos que expresan su decepción general con la situación y con el Ejecutivo están dispuestos a volver a apoyarlo para que no gane un adversario demonizado. Ése es el gran «éxito» de este presidente: la ausencia de freno y de responsabilidad moral en su política frentepopulista de división en bandos. Se ha cargado la concordia civil de los últimos cuarenta años pero, con ayuda de una cierta derecha obcecada en entrarle al trapo, le queda poder para rato.