La foto redentora

ANA VELASCO VIDAL-ABARCA, EL CORREO 12/05/2013

· El efecto propagandístico de la foto de las hijas de Otegi y Eguiguren recogiendo un premio a la paz y la reconciliación, un montaje cuidadosamente estudiado que nos presenta a dos jóvenes inocentes reivindicando el altruista esfuerzo de sus padres en pos de la convivencia en paz entre todos los vascos, ha sido muy eficaz. Muchos, muchísimos, han visto en esa imagen un símbolo de esperanza, probablemente causado por el ansia de vivir en paz, por el ferviente deseo de que las nuevas generaciones de vascos consigan un futuro en paz y armonía, dejando atrás los terribles años de terror, muerte y coacción.

Y esa ansia es la que está haciendo que se acepten las exigencias de ETA y sus correligionarios, su concepto de paz, su modelo de ‘país’, su imposición de legitimación y equiparación con las víctimas, su terminología engañosa, incluso su propia supervivencia controlando que todo se haga según las pautas por ellos establecidas.

Si la representación de Guernica nos hubiera mostrado a la hija de Otegi pidiendo perdón a la hija de Isaías Carrasco, o a cualquiera de los centenares de huérfanos que ha provocado ETA, quizá podríamos empezar a creer, con cautela, que el mundo que ha cobijado al terror durante cincuenta años se está arrepintiendo de la terrible envergadura del daño que ha causado. Pero lo que nos muestra esa foto es el premio al tactismo político de quien no se arrepiente de nada y al voluntarismo traicionero de principios que acepta la convivencia de igual a igual con los que han tratado de destruirnos como sociedad y han destrozado físicamente cientos de vidas, esas sí, totalmente inocentes.

Los socialistas vascos han aceptado una reconciliación que iguala unos odios asesinos que solo existieron desde un lado, con las víctimas que siempre fueron del otro lado. En su afán por hacerse amigos de los que han matado a sus compañeros, toleran que se les utilice en la escenificación tramposa de una paz con condiciones impuestas por los que la quebraron unilateralmente, impuestas por los que deberían –y podrían– haber sido vencidos en todos los ámbitos, también en el moral, el de la distinción entre el bien y el mal, el único que permitiría la tan necesaria regeneración ética de la sociedad vasca. Han aceptado la paz de las concesiones políticas, del derecho a decidir, la paz del olvido, la paz que le interesa a ETA. Y están dispuestos a arrumbar la Justicia en aras de esa paz ilícita que prepara posibles gobiernos futuros compartidos.

A los socialistas vascos no les importa renunciar a un escenario de verdadera paz con dignidad y con memoria, ni arrinconar la verdad, ni esconder a las víctimas que han padecido las trágicas consecuencias del odio de los fanáticos. Ese odio generado por una ideología extremista y excluyente que al haber conseguido ser legal –gracias a la encomiable labor ahora premiada de Eguiguren– cuenta con muchos más resortes políticos y económicos para tratar de imponer sus planteamientos separatistas y discriminatorios. No les importa prestarse a un montaje propagandístico que manipula la realidad con el único fin de ensalzar a un condenado en firme por pertenecer a ETA para allanarle el camino hacia su meta final de ser lehendakari.

Eguiguren tiene que sentirse muy orgulloso de haber logrado un reconocimiento tan unánime del mundo de ETA. No es extraño, le estarán eternamente agradecidos por la inestimable ayuda que les está prestando. Y posiblemente habrá ya acordado con Otegi que él será su lugarteniente en Ajuria Enea. Enhorabuena a los dos.

ANA VELASCO VIDAL-ABARCA, EL CORREO 12/05/2013