La foto-minuti era el retrato ambulante y urgente en el que un ‘minutero’ inmortalizaba a familias y parejas a las puertas del Retiro. El foto-call es el posado en la alfombra roja de famosos e influencers en estrenos y festejos. Algunos cobran. La photo-opportunity es el ‘robado’ en el ámbito político. Lo que intentó Sánchez cuando asaltó a Biden por los pasillos de una cumbre de la OTAN. Aquel Iván Redondo era tan osado como torpe. Un tuercebotas. Sólo el rostro de silíceo del protagonista le permitió superar el patinazo. Y en esta familia de instantáneas, también figura la photo-fake, que camufla un hecho o distorsiona una realidad. Como la de este viernes en el Congreso entre Sánchez y Feijóo. Un artificio escénico de tan breve recorrido como el previsto. Atender la convocatoria de un fullero bajo el pretexto de intentar acuerdos es tan absurdo como leerse una novela de Millás.
Nada podía resultar de ese encuentro. Primero, porque el convocante no lo pretendía. Segundo, por el convocado ya lo sabía. Sánchez quería la foto para su colección del diálogo. La víspera se la hizo en Barcelona con Pere Aragonès, el petit president, entre la bandera nacional humillada y la senyera santificada. Semanas atrás posó con una condenada por enaltecimiento del terrorismo, ahora su socia, en la búsqueda de votos a su investidura. Más adelante se retratará junto al fugado de Waterloo, una vez bendecida la ley de amnistía. Se convertirá así en el político más dialogante desde la Segunda República.
Feijóo tenía mucho que perder en esta emboscada. De negarse, quedaría señalado como ‘míster no es no’, cerril antidemócrata, refractario del consenso, enemigo la convivencia. Lo suyo era no ir. Total, ir pa ná..
En una ágil maniobra, algo infrecuente en los movimientos de Génova, el líder del PP eludió la encerrona durante el pleno de esta semana sobre Europa. Ahí estuvo vivo al responder a la celada del presidente, que le había exhortado a cerrar ya ese encuentro «dónde, cómo, cuando y sobre lo que quiera, pero nada de berrinches». Díjole el gallego: «Como quiera, pero sin mediador«; «donde quiera, pero no en Ginebra, en el Congreso«; «cuándo, el próximo viernes» (que hay lotería, debió de pensar); y cómo, «sin soberbia, sin imposiciones y con un orden del día estipulado». Entonces Sánchez dijo lo de ‘para usted la perra gorda’, en una salida escasa de ingenio y desbordada de ira.
El resultado fue el previsto. Sin sorpresas ni estridencias. «Hemos avanzado muy poco, una oportunidad que no hemos sabido aprovechar. Sánchez no está dispuesto a rectificar nada»
El líder de la derecha accedió al encuentro en aras del respeto institucional. Algo que no comparte Sánchez, a quien las instituciones le preocupan tanto como a Junqueras los gritos de auxilio de su báscula. Un jefe de Gobierno que coloniza las instituciones, hostiga a la Justicia, persigue al empresariado, demoniza a los medios independientes, desguaza la Carta Magna y jibariza el papel de la Corona dista mucho de ser el fiel guardián de los pilares del Estado de Derecho.
La charla se prolongó una eternidad de dos horas estériles. Arrancó mal. Sánchez, como todo púgil artero y tramposón, procedió a endosarle un golpe bajo a su contrincante apenas se asomó al ring. Le infirió un libro de Muñoz Molina sobre la pandemia a modo de obsequio navideño. Difícil encajar semejante uppercut. Feijóo, todo zen, superó el trastazo. El resultado fue el previsto. «Hemos avanzado muy poco, una oportunidad que no hemos sabido aprovechar. Sánchez no está dispuesto a rectificar nada». Noes sobre noes. Amnistía, lawfare, Bildu en Pamplona, independencia judicial, igualdad entre españoles, financiación autonómica… Ni un milímetro cedió el caudillón durante la entrevista. Vio, eso sí, los cielos abiertos, ante la propuesta de negociar la renovación del CGPJ bajo la vigilancia de un mediador de la Comisión Europea. ¿Ha dicho mediador? ¿Ha dicho supervisor? No parece muy inteligente introducir semejante figura tóxica en este escenario, por más matices y diferencias que se esgriman para diferenciarla del salvadoreño de Ginebra. Pilar Alegría, la portavoz del Gobierno, y del partido, y, como dice Brandau, ministra a tiempo parcial de Educación y de Deportes, se refociló con el gran hallazgo genovés en su valoración de tan señalada sentada.
No nos ha tocado el Gordo
«No podemos fiarnos», susurraba Feijóo, subrayó Fejóo en su rueda de prensa tras la conversación. Sabe que es imposible fiarse del bandolero, que no cabe confiar siquiera en una de sus sílabas, atender el más insípido de compromisos. «A España tampoco le ha tocado el Gordo; porque está reservado para los socios del Gobierno», musitó a modo de conclusión.
De momento, a Sánchez al menos le ha tocado la pedrea. Ha metido la ‘mediación’ en el discurso de la derecha, lo que le alivia su papelón intragable con Puigdemont, y se saltará luego a la torera los mínimos comprosis que aceptó en la reunión. Logró lo que pretendía. La foto con petit Aragonès le ha costado una inclinación de cerviz ante una bandera autonómica amén de la ruptura de la equidad presupuestaria entre regiones y algún delirio sobre el uso del catalán en las oficinas públicas de las Hurdes, un suponer.
La foto con Feijóo, sin embargo, le ha salido gratis. Un fake para su galería del campeón universal del diálogo y el consenso y un lío para Génova que deberá encelarse ahora en explicar lo del ‘mediador’ maldito, que será tema recurrente en las próximas cuarenta semanas, elecciones gallegas inclusive. Ni siquiera cuando parecen a punto de ganar, aciertan.