LUIS MARÍA ANSON-La Razón

  • «Sin reforma constitucional, la Monarquía parlamentaria será destruida porque se camina ya hacia la República confederal», escribió Anson en enero de 2008
El 6 de enero de 2008 hice pública una carta dirigida al Rey Juan Carlos I, que reproduzco a continuación:

«El Estatuto catalán –como el gallego, el vasco o el balear– es sólo un peldaño más en la escalera de las independencias. En muy pocos años, la nación catalana, ahora reconocida, como la vasca o la gallega, planteará articularse en Estado.

Por eso, a mi manera de ver, resulta imprescindible reformar la Constitución, para establecer límites inalterables a las comunidades autónomas, a las transferencias autonómicas y a las concesiones a los iluminados, los vendepatrias y los memos. Hay que echar definitivamente el freno a la espiral de las exigencias nacionalistas. Y hay que hacerlo a través de una reforma constitucional, sometida a referéndum nacional, para que sea el entero pueblo español el que se pronuncie sobre los límites de nuestras autonomías, porque todas ellas forman parte de España y a todos los españoles nos corresponde decidir sobre ellas. Está claro que esa operación tiene riesgo. Pero más, mucho más, lo tiene el inmovilismo.

En su día hubieran bastado dos estatutos, como los de la República, para Cataluña y Vascongadas. Pero la insensatez del café para todos y una ley electoral anticuada y torpe engendraron los lodos actuales. Sólo una reforma constitucional inteligente, pactada entre un Partido Popular flexible y un Partido Socialista con el sentido de Estado que tuvo Felipe González, amén del apoyo del máximo número posible de grupos políticos, podría dar continuidad a la Constitución del 78 y al espíritu de la Transición.

En otro caso, Señor, la Monarquía de todos será destruida, porque no son pocos los que caminan ya, todavía de forma incierta, hacia una República confederal que dará paso a una España a la que no conocerá, esta vez sí, ni la madre que la parió. Sólo la reforma constitucional puede detener el agotamiento del Régimen del 78 y revitalizarlo para muchos años. Vuestro padre, aquel monarca egregio y sacrificial, “que ha pasado como una sombra de oro y silencio por la Historia”, se dio cuenta, con esa lucidez política anticipadora que siempre le caracterizó, de lo que iba a pasar y, herido de muerte, con el cáncer enroscado a la garganta, declaró, casi como un testamento, en Diario de Navarra: “Veo a España algo desgarrada y con su unidad amenazada”».