La franquicia

ABC 17/02/15
IGNACIO CAMACHO

· Podemos es una franquicia del chavismo, el fruto de una estrategia expansiva diseñada en un laboratorio político

LLEGA un momento en la vida en que la reputación se empieza a medir por la calidad de los enemigos… y de los amigos En ese sentido la hostilidad del régimen chavista condecora a este periódico, tanto como a Podemos lo deshonra la protección que le dispensa con su patrocinio bananero. Cada proclama de Maduro y sus esbirros le clava al partido de Pablo Iglesias el marchamo inequívoco de una tutela que no puede camuflar con la falaz retórica transversal del populismo. Cada uno se retrata como sabe o puede: la autoritaria Venezuela bolivariana repudia la información de los medios libres mientras se declara orgullosa de sus discípulos.

Ese sello con denominación de origen desnuda el lenguaje de ambigüedad del podemismo. Probablemente a sus simpatizantes más irreductibles les dé igual porque ellos tampoco se han creído el discurso de moderación de sus líderes. Saben quiénes son y por eso los respaldan como herramienta de revanchismo. Sin embargo, una gran parte de la intención de voto del nuevo partido proviene del desencanto de clases medias urbanas por el evidente colapso de las instituciones, un sentimiento de frustración que ha cuajado como un gran frente de rechazo, como una opción de castigo. Esos ciudadanos cabreados tienen derecho a saber la clase de alternativa con la que se ilusionan, y aclararlo es parte de la responsabilidad del periodismo. Después que cada uno haga lo que quiera, pero en la sociedad de la transparencia no hay excusas para estar desinformados.

Podemos no sólo cuenta con la simpatía del chavismo: es un fruto de su estrategia de expansión alentada desde hace más de una década en un laboratorio ideológico de inspiración castrista. Centenares de militantes de izquierda radical llevan años viajando al Caribe para recibir adoctrinamiento disfrazado de cooperación y a menudo sufragado con fondos públicos españoles. El concepto de «asesoría» es risible: han ido a aprender, no a enseñar, y los disparatados honorarios –propios de premios Nobel– y atenciones que algunos han recibido sugieren un proceso de financiación encubierta de un thinktank doctrinal, de una plataforma de comunicación y de un proyecto político. El caso Monedero está desenfocado en la opinión pública; lo sospechoso no es su chapuza fiscal, sino la finalidad última del dinero transferido.

El indiscutible talento de Iglesias y su núcleo dirigente ha sabido encontrar el momento, las condiciones y la oportunidad para explotar una franquicia con tanto éxito que empieza a estorbarle la patente de marca. Ante el descomunal fracaso social venezolano no les conviene presumir de compadres. Pero la videoteca de internet está llena de testimonios recientes que desarman cualquier intento de distanciarse. Lo que ha empezado a aparecer es la pista financiera de esa jointventure geopolítica. Y acaso no sea la única ni la más inquietante. Permanezcan atentos.