Las urgencias de estabilidad en medio del azote terrorista han producido combinaciones que siempre tuvieron al PNV al mando. Ahora los nacionalistas no deciden el rumbo, pero influyen. Porque quienes gobiernan la nave no acaban de superar cierto miedo escénico ante quien ha tejido cuidadosamente las redes sociales durante casi treinta años.
Si en alguna comunidad autónoma resulta particularmente desajustado pedir a todos los partidos que no gobiernan que ‘arrimen el hombro’ es en Euskadi.
El lehendakari Patxi López se ha dirigido en el mismo tono a su socio preferente -PP- y a su opositor de primera -PNV- para que los dos demuestren su «sentido de país». No deja de ser especialmente injusto. Dando el mismo trato a quien le apoya y a quien le pone la zancadilla, el lehendakari admite que el partido de Urkullu, el mismo que la pasada semana sentenció que no apoyaría a Zapatero en Madrid mientras persista el pacto entre el PSE y los populares, se ha instalado en el centro gravitatorio de la política vasca a pesar de no gobernar Ajuria Enea.
Esa fuerza de atracción no tiene su origen en los méritos de un PNV errático y oportunista sino en la inercia acomplejada de fuerzas que se resisten a reafirmar la autoestima de su propia hoja de ruta. Desde el PSOE, José Blanco ha querido zanjar las dudas de sus compañeros vascos calificando de «imposible» el órdago de Urkullu sobre un brusco epílogo del pacto del lehendakari con Basagoiti. Pero lo que resulta incontestable es que el PNV, desde su contrapoder en las tres diputaciones y, también, desde su posición en el Congreso, sigue pivotando la política de este país con su habilidad para pedir contrapartidas por votos.
Esta mañana será el presidente de los populares vascos quien reciba a Urkullu en su sede en Bilbao para intentar aproximar posiciones en la política económica. Ese es el titular del encuentro que apoyará la foto. Los populares comentan los cambios que se han producido desde que el cordón sanitario contra el PP ha pasado a mejor vida. Pero a nadie se le escapa que el PNV no da puntada sin hilo y que esta entrevista no debería dar a entender que los nacionalistas logran dividir a los socios de Ajuria Enea. Una tarea inútil si de Basagoiti depende. Porque el presidente popular tiene muy asumido, y de eso ha hablado con Rajoy, que, mientras el lehendakari se mantenga en la deslegitimación del terrorismo y en el respeto del marco institucional, le apoyará.
De hecho, tanto Basagoiti como Urkullu coinciden en negarse al incremento fiscal como solución de urgencia para afrontar lo peor de la crisis. Pero ese acuerdo puramente de principios no impedirá que Basagoiti siga dando crédito al lehendakari en sus medidas anticrisis. Patxi López necesitará apoyos en el Parlamento para que las iniciativas tengan rango de ley y ese aval lo obtendrá de su socio preferente que, aun no estando de acuerdo en buena parte de ellas, le echará una mano. A cambio de nada, como se empeñan en recordar desde el PP cada vez que quieren destacar su lealtad institucional y apuesta por la alternancia.
Si en alguna comunidad ha sido posible la geometría variable más impredecible ha sido en Euskadi. Aquí las urgencias de estabilidad en medio del azote terrorista han producido combinaciones que, hasta ahora, siempre habían tenido al PNV al mando de un barco en donde iban cambiando los tripulantes. Ahora los nacionalistas no deciden el rumbo de la travesía. Pero influyen. Porque quienes gobiernan la nave no acaban de superar cierto miedo escénico ante el complejo nacionalista que ha tejido cuidadosamente las redes sociales de este país casi treinta años.
El caso de la corrupción en Álava, que afecta al PNV, se está tratando por los partidos con un cuidado tan exquisito que parece que, en vez de prudencia, exista cierto miedo a malencararse con los nacionalistas. Sólo ha salido a la luz el 15% de la información que maneja la justicia pero desde hace ya quince días los socialistas han empezado a hablar de «prácticas corruptas» porque ellos mismos se daban cuenta de que estaban pasando por alto un tema lo suficientemente grave como para empezar a denunciar sus sospechas de supuestas «tramas de financiación». La beligerancia de José Antonio Pastor en el Parlamento, sin embargo, no se transforma en una práctica política de confrontación dialéctica con el principal partido de la oposición. Es un juego de equilibrios, alegan los socialistas que, a la hora de presentar sus discrepancias con el diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao, se han entretenido con su viaje a Idaho, que no deja de ser una minucia comparada con la ausencia del lehendakari en la asamblea de empresarios de Vizcaya, Cebek. Una ausencia que dejó vía libre a su principal adversario, el diputado general, que aprovechó la ocasión para descalificar al lehendakari con tal virulencia que incomodó a muchos de los presentes.
Tendrá que pasar más tiempo para que el Gobierno de Patxi López termine por asentarse sin tener que estar pendiente del rumbo del PNV. Pero teniendo en cuenta que el PP es el único de los mayoritarios que sube en las encuestas y que pronto entramos en período electoral, la reunión entre Urkullu y Basagoiti podría abrir puertas a otras alianzas. «Eso está bien», según los socialistas, que con cierta ironía advierten que así el PNV «también pactaría con la derechona, como ya hicieron en tiempos de Arzalluz». Empiezan a situarse los peones en el tablero electoral.
La próxima prueba de fuego llegará en diciembre cuando el Ejecutivo central necesite aprobar los Presupuestos. Pero la jugada definitiva sólo se verá después de las elecciones locales. Si se constata la debilidad de Zapatero y se despeja la incógnita sobre las marcas de la ilegalizada Batasuna, con los datos de los votos en la mano, será cuando se verá si el PNV mantiene su capacidad para desestabilizar la apuesta por la alternancia en el Gobierno vasco.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 7/6/2010