José Alejabdro Vara-Vozpópuli
- La culpa es de Madrid, dicen las cacatúas del ‘procés’. La escapada del astro del Barça impacta en la utopía secesionista y deja un rastro de millones de huérfanos
Después de 17 años en el Barça, sólo sabía decir adéu. Messi nunca aprendió. Los independentistas no se lo reprocharon. Sólo hostigan y denuncian a los camareros de Castefa que tropiezan con los cargols a la llauna.
Tres pilares sostienen el esqueleto de la Cataluña actual. Montserrat, la Caixa y el F.C. Barcelona. El antiguo fulgor espiritual de la abadía tremola horadado por la carcoma de la pederastia. La Caixa trasladó su sede social a Valencia y del Barça tan sólo quedaba Messi. Adéu. El club blaugrana, que ha canjeado a su astro mundial por un presidente separata, macarra y tarambana, en un trueque roñoso e inaudito, enfila el camino del crepúsculo. «El ejército de un país desarmado», lo bautizó Vázquez Montalbán, ideólogo del secesionismo marxista, valga el oxímoron, todo un hallazgo de la paleopolítica occidental.
«El nacionalismo es la guerra», dejó dicho Mitterrand. Y la ruina. Tres mil empresas escaparon despavoridas tras la asonada del 17. Nunca han vuelto, como en Quebec. La fuga continúa. La región más francesa de España se hunde en un naufragio irreversible. Se evaporan las inversiones, huyen los médicos del MIR (a los que Pere Aragonés, el petit president, pretende enclaustrar), escapan jueces y fiscales, se evaporan los rentistas, emigran los profesionales… El último que apague la luz. Messi, un símbolo, una bandera, un himno, una nación.
Messi, cuyo amor por Cataluña y por el club blaugrana cotiza estrictamente euros, ha optado por el portazo. Adéu, palurdos, ahí os quedáis. La culpa es de la Liga española, lloriquea Laporta, camino del cadalso. Los presidentes del Barça tienen la maldita costumbre de dar con sus huesos en la cárcel o ante la nariz inquisitiva de un juez. Debe ser una maldición, cosas de la tramontana. Algo habrán hecho, quién sabe. El aparato represor español.
La caída del supremacismo amarillo, el eclipse de proyecto identitario, el hundimiento de una ambición culminan hoy en forma cataclísmica con el terremoto en la casa blaugrana
La fuga del 10 blaugrana es el último capítulo de relevancia deriva catastrófica de la Cataluña secesionista que arrancó hace treinta años bajo el imperio del delincuente Jordi Pujol y culminó con la proclamación de la republiqueta de los ocho segundos. El primero no ha pisado la cárcel. Los impulsores del golpe, tan solo un par de agradables temporadas. La caída del supremacismo amarillo, el eclipse de proyecto identitario, el hundimiento de una ambición culminan hoy con el terremoto de Messi. Ahí os quedáis, macus. «Cataluña es la primera víctima de sus profundas e interminables pesadillas. Es un pueblo freudiano que tiene sueños terribles», describió Gaziel.
Empeños solidarios
La culpa es de Madrid, denuncia el conciliábulo mediático secesionista. La Liga, Tebas, Florentino, Bernabéu, don Pelayo y los Reyes Católicos. Coincide en el tiempo el cimbronazo messiánico con el bombardeo socialista sobre la comunidad madrileña. Un Ximo Puig impulsó su teoría del ‘procés castizo y cañí’ y un Escrivá, ministro de Inclusión (sic) que, imposibilitado de enviarlos a galeras, alardeó de un impuesto sobre los ricachos madrileños por el mero hecho de serlo (madrileños). María Jesús Montero, titular de Hacienda, confirmaba este viernes este plan fiscal al desmentirlo.
Una de cada cuatro empresas que se crean en España nacen en Madrid. Con el 14% del censo nacional, Madrid ofrece datos incontestables: 20% del PIB, 17% del IRPF, 22,5% por recaudación, como bien recuerda López Zafra. Es la región que más aporta al sistema de financiación autonómico. Madrid remite más de 4.000 millones al Fondo de Servicios Públicos esenciales del resto de España. Cataluña no llega a 1.500. Solidaria, esa palabreja.
Abascal ha amenazado cariñosamente a Ayuso con llevarla a los tribunales en defensa de la libertad. El asunto del pasaporte sanitario, las vacunas y la pandemia
El nacionalismo es la peste. Madrid vuela, imparable. De ahí el bombardeo. Hasta Vox, en su tironeo con el PP por el podium de la derecha, se ha mostrado estos días ante la puerta del Sol en belicosa actitud. En un momento de ofuscación, Dios le perdone, Abascal ha amenazado cariñosamente a Ayuso con llevarla a los tribunales en defensa de la libertad. El asunto del pasaporte sanitario, las vacunas y eso. Alguien en Vox lo entendió mal. O se precipitó. Lecciones sobre la libertad, a Ayuso. A Noé le vas a hablar tú de agua. «No admitiré imposiciones, chantajes o amenazas», advirtió la presidenta, barbilla enhiesta, brazos en jarras y cara de pocas bromas.
Las urnas andaluzas, que ya avanzan, no pasan por Madrid. Abascal debería saberlo y no confundir a Casado con Ayuso. Como ese ‘ejército desarmado’ de panolis estrellados que confundían a Cataluña con Messi y se han quedado con cara de bobos y con Els segadors colgando.