HERMANN TERTSCH, ABC – 01/05/15
· Al pobre Juan Carlos Monedero le produce claustrofobia la vida política de España.
Este hombre es muy sensible y no aguanta las crueldades y las bajezas de la política española. Este ha sido el tenor general de las explicaciones sobre la espantada de Juan Carlos Monedero de la primera línea de la dirección del partido Podemos. Claro que su compañero Pablo Iglesias siempre es capaz de superar toda cursilería ajena y nos dice que a su amigo el partido le es estrecho y le angustia la claustrofobia, cual jaula al ruiseñor, y por ello «necesita volar».
«Necesitamos a Juan Carlos volando y con mucha más libertad para hacer lo que hace mejor, que es poner el dedo en la llaga». Es gracioso que ayer nadie recordara en las televisiones aquellas imágenes tan poco poéticas de un Monedero con brazalete chavista al grito de «¡Chavez, carajo!». Poca poesía y mucha contundencia demostraba el profe de la Complutense ante los cuadros del chavismo en el Centro Internacional Miranda de Caracas. Allí daba clases de política leninista de la buena, para que los soldados del aparato chavista conocieran los principios ideológicos, supieran de su inquebrantable alianza militar con los asesores cubanos en Venezuela y el régimen de los Castro y las guerrillas terroristas de las FARC y los demás regímenes «bolivarianos».
Principios de la alianza antiimperialista cuya ambición es acabar con el mercado y superar la democracia burguesa en todo el continente. No era un sensible adorador de Rimbaud o Verlaine, de Heine o Novalis, de Leopardi ni Juan Ramón, sino un aplicado discípulo de Gramsci y Lenin, de Beria y Stalin, de Castro y Tirofijo.
Monedero no se «echaba a volar» cuando, como asesor político, daba instrucciones sobre desinformación y debilitamiento moral del enemigo, de la oposición democrática, de los propietarios saqueados, desposeídos y humillados. Al pobre Monedero le produce claustrofobia la vida política de España, que le pidan las facturas que aun no ha enseñado y las reuniones y compromisos. A él, el pensador siempre por encima de las ruindades. Pero como comisario no le producen claustrofobia ninguna las angustiosas dimensiones del calabozo en el que está aislado y postrado Leopoldo López, cubierto por los excrementos de otros presos que le echan encima a diario sus carceleros.
Monedero no siente agobio en las escuelas de cuadros del ejército venezolano, donde bien se gana dinero con soflamas sobre el enemigo de clase. Allí estaban cómodos tanto Monedero como Jorge Verstrynge, otro de los beneficiarios de aquel régimen que se descompone ahora entre llantos, miseria, sangre y muerte. ¡Qué buen negocio es la revolución cuando se cobra de los tiranos en divisas y se tiene a la familia en la denostada España de los recortes!
Pocas figuras hay más despreciables que un izquierdista de un país democrático invitado a un país comunista. Lo digo por él y todos los que le acompañaron a la miserable misión mercenaria de la tiranía. Y por muchos más. Ahí están los rijosos invitados a Cuba que no pagan ni las jineteras menores de edad. Los observé muchos años en Europa oriental. Ese disfrute del privilegio ilegítimo y canalla, el gozo del poder prestado y abusador con una sociedad inerme y encadenada. Ahora se va Monedero.
Para los demás, que no son mejores, él es ya un estorbo porque pierde los nervios con frecuencia. Porque solo es valiente cuando se sabe protegido de los poderosos. Entonces mucho. Pero no soporta la política sin los privilegios de la protección de los matones. Se va por cobardía y porque le echan. Pero hasta esta partida, que ya veremos si es final, nos la presentan este impostor y sus hasta ahora secuaces, como un arrebato de poesía.
HERMANN TERTSCH, ABC – 01/05/15