La función fática

IGNACIO CAMACHO – ABC – 25/07/15

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· Traen mentalidad de okupas del poder y andan tropezando con los muebles, probando los botones del cuadro de mandos.

Ni saben gobernar ni quieren intentarlo; al menos hasta las elecciones de fin de año. Un mes después de conquistar los ayuntamientos de las grandes capitales, los alcaldes de Podemos y sus marcas blancas continúan con mentalidad de okupas del poder, incapaces de tomar decisiones más allá del plano simbólico. Quitar retratos del Rey, cambiar nombres de calles, suspender misas festivas y corridas de toros, montar webs de desmentidos, desplazarse en bicicleta o en metro, izar banderas no oficiales. Incluso les cuesta por falta de experiencia administrativa cumplir su promesa más urgente, la de abrir los comedores escolares. El célebre Kichi de Cádiz ha fracasado incluso en el intento de impedir un desahucio, única actividad en que se le reconoce experiencia. Carmenas y colaus andan tropezando con los muebles, probando los botones del cuadro de mandos.

Hasta ahora sólo hacen política para las redes sociales; medidas destinadas a agitar la opinión pública, provocar debate y mantener movilizados a sus activistas y votantes. Los estructuralistas le llamaban a eso la función fática del lenguaje: esas expresiones de escaso contenido –«sí», «ya», «claro», etcétera– destinadas a hacer que el interlocutor sepa que sigues en contacto. Medidas para la galería, globos sonda, ocurrencias experimentales, ruido mediático. Y aun eso a tumbos, entre rectificaciones, autoenmiendas y balbuceos, con un discurso político entrecortado en el que sólo es reconocible la voluntad rupturista, el gesto de revancha, el simbolismo sectario.

Al acabar el verano entrarán en precampaña. Su objetivo es el asalto al Gobierno; no han llegado para limpiar las calles ni regular el tráfico. Los meses de otoño serán de propaganda revisionista: alfombras levantadas, cajones aventados, auditorías retroactivas en busca de acusaciones de corrupción y reproches que lanzar a la cara del adversario. Van a convertir los municipios y sus presupuestos en agencias electorales. Si tienen algún plan para administrar las ciudades, que más bien parece que no, lo dejarán pendiente hasta que acabe la carrera por el poder. Su fuerte es la agitación, el activismo, y no harán nada que pueda comprometer los votos que los suyos guardan como piedras apretadas en la mano. Todo este jaleo epidérmico, este debatillo de tertulias y papeles, este trajín vacuo de bustos en cajas de cartón y retratos retirados, les viene bien porque les hace visibles y conserva la cohesión vindicativa de su electorado. Les entrena el músculo de la confrontación. Su éxito es el de un movimiento antisistema, una sacudida de rechazo, un proyecto de ruptura, y no sienten ninguna prisa por institucionalizarlo.

Cuando decidan gobernar será peor. Y a algunos frívolos entusiastas del aventurerismo se les va a hacer largo comprobar, al extinguirse la novedad, que sus adorables protegidos tienen contrato para cuatro años.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 25/07/15