Los poderes públicos son muy solidarios. Entre sí, claro. Se protegen y ayudan como una gran familia. Vean. Todavía no es seguro, pero los enterados de las cuestiones europeas dan por hecho que se va a dar un año más de prórroga en la excepción concedida para sortear las reglas de estabilidad. Es decir, los gobiernos nacionales no tendrán que cumplir con los límites de deuda y de déficit el año que viene. ¿La razón? No la sé, pero imagino que en Bruselas se han dado cuenta -tampoco era necesario ser muy listo- de que ninguno de los países muy endeudados los iban a cumplir, así que ¿para qué exigirlos? Los gobiernos nos dicen que todo va bien, pero a la hora de la verdad, cuando llegan las exigencias -o más bien solo las amenazas de exigencias- de consolidación, apelan a lo mal que está la situación para no cumplir con lo que todos dicen que es muy conveniente cumplir. El último que lo ha dicho, el gobernador del Banco de España; y el anteúltimo, el comisario de Economía europeo.
Esto en realidad ya ni sorprende ni molesta. Más o menos lo sospechábamos. Lo que resulta indignante es que se sugiere a la vez que esas mismas autoridades europeas van a prohibir la prórroga de las moratorias empresariales, concedidas cuando la pandemia arreciaba y no retiradas cuando la guerra explotaba. La banca teme que, en consecuencia, se produzca un incremento virulento de los concursos de acreedores y un aluvión de quiebras. Como ha habido mucha necesidad de sustituir con préstamos a la demanda alicaída, y como ha sido muy fácil encontrar el dinero salvador, las empresas se han acogido a esas facilidades. Pero no hay fecha que no se alcance ni plazo que no se cumpla, y ahora toca devolver el dinero recibido. Las razones que fueron consecuencia de la pandemia se han desdibujado con ella, si no desaparecido del todo, pero han sido sustituidas por las derivadas de la guerra de Ucrania, con un nuevo estancamiento de la actividad, una terrible explosión de precios y unas graves distorsiones en los suministros.
No me parece muy justo, y desde luego nada conveniente, esa benevolencia con las cuentas públicas, que solo va a servir para eliminar aprietos políticos a los gobiernos gastadores, pero no va a arreglar ninguno de sus desajustes. Mucho menos cuando coincide en el tiempo con un nuevo apriete a las cuentas de las empresas privadas, que no van a gozar de la magnanimidad europea. Los poderes públicos se ayudan como una familia. Mejor, como una gran ‘famiglia’.