Una afortunada carambola. Sánchez resultó malherido en la cita de las autonómicas y, en una jugada desesperada, convocó elecciones anticipadas en pleno corazón del verano y logró movilizar a su electorado ante el escepticismo de sondeos y analistas. Pese a su derrota frente al PP (pierde por 300.000 votos y 14 escaños) no sólo salva los muebles sino que se coloca en las puertas de armar otro Frankenstein, esta vez con la imperiosa necesidad de los votos del prófugo Puigdemont, que se convierte en la llave de la nueva mayoría. El golpista cobardón decidirá el futuro de la gobernabilidad española. La sombra de un bloqueo emerge de nuevo como
Ni el PSOE se hundió en la tenebrosa sima de los 110 escaños ni el PP alcanzó los anhelados 150 escaños. El sueño de un cambio político en España quedó abiertamente frustrado en un domingo de termómetros candentes y espíritus esperanzados. Alberto Núñez Feijóo ganó la batalla de las urnas pero no logró los apoyos necesarios para presentarse con garantías a una investidura que le encargará Su Majestad el Rey al ser el aspirante más votado.
La humillación ante este histriónico personaje no será recibida con agrado por un PSOE que, pese a que ahora salva este severo trance, deberá incurrir en graves contorsiones para redondear una investidura
La cita electoral, lejos de despejar incógnitas, abre un escenario de incertidumbres en el que todo vuelve a girar en torno a Cataluña. Por el lado de la izquierda todo parece pendiente de lo que señale el dedo pulgar del presidente de la republiqueta, el golpista de Junts, que ha manifestado siempre su animadversión radical hacia Sánchez, a quien le dispensa un desprecio notable. La humillación ante este histriónico personaje no será recibida con agrado por un PSOE que, pese a que ahora supera este severo trance, deberá incurrir en graves contorsiones para redondear una investidura. Saltarán chispas en algunos ámbitos socialistas donde la derrota de las autonómicas produjo enormes heridas, aún sangrantes. Yolanda Díaz, por su parte, ha perdido siete escaños y posiblemente sueña ya con el vestido que se pondrá el día de su nueva toma de posición ministerial.
Vox pierde una veintena de escaños, lo que evidencia que algo ha funcionado muy mal en la derecha del tablero. Tanto codazo bronquista, tanto insulto indisimulado, gran error
La decepción en la derecha apenas se camuflaba con vítores a la triste victoria. Feijóo anunció en su día que se iba si perdía. Pero ha ganado. De forma triste pero es así. No resultaría razonable que dejara empantanada a su formación después de este revés tan desastroso. Hay gente en el PP que mira con decisión hacia la Puerta del Sol, hacia Isabel Díaz Ayuso, como la única arma posible para acabar de una vez por todas con el sanchismo. De momento en Génova se despliegan argumentos tan razonables como subrayar que puesto que el PP ha ganado, le corresponde formar gobierno y que esa es la única vía para no caer de nuevo en manos de la banda de Bildu y compañía. Tiempo tendrá la derecha de reflexionar si no hubo demasiadas prisas a la hora de cerrar acuerdos de Gobierno con Vox en algunas comunidades, en especial la valenciana que fue la que abrió el fuego. Un debate endiablado que retrotraería al PP a escenarios pretéritos de muy áspero recuerdo. Vox pierde una veintena de escaños, lo que evidencia que algo ha funcionado muy mal en la derecha del tablero. Tanto codazo bronquista, tanto insulto indisimulado, tanto gallito cacareando es el camino directo al trastazo.
El referéndum independentista
La única alternativa a un Ejecutivo de la derecha es darle nuevos aires a Frankenstein que esta vez llegará, no solo de la mano de los bildus y los esquerras, sino que lo hará adornado con el absurdo flequillo de Puigdemont en la closca. Así han quedado las cosas. No parece que sea lo que desean los españoles, ni siquiera lo que reclamaban este domingo los votantes. Unas estrategias de campaña erradas en la familia conservadora, unas expectativas desopilantes y unos asesores hipereufóricos han conformado este horizonte angustioso que emerge del fondo del escrutinio..
Abrazarse a quienes odian la idea de España es el sortilegio al que recurre Sánchez cuando no tiene otra salida. Ya lo hizo hace cuatro años y no parece encontrarse incómodo. Poco le molestará cuando sus socios le reclamen un referéndum de independencia. Para eso tiene colocado a Conde Pumpido al frente del Constitucional. Zapatero trabaja afanosamente en la jugada. Logró acabar con ETA, según predica él mismo entre extraños efluvios, y le ha prometido a Sánchez resolver el laberinto catalán.
El problema es que España difícilmente podrá resistir otra legislatura con semejante equipo al frente de la sala de máquinas. Las trampas, las mentiras, la impostura, el latrocinio institucional, la degradación del Estado de Derecho, la voladura de los pocos arneses que aún sostienen la convivencia volverán a ser la norma de conducta. El hundimiento se adivina inevitable. Sólo una urgente cita electoral podría evitarnos el precipicio. Que Puigdemont nos oiga.