Josep Borrell-El Correo
- Desde la crisis de 2008, Europa ha entrado en un largo periodo de desarme silencioso y nuestra industria de defensa se ha quedado pequeña
Hace ahora dos años que Putin lanzó su agresión contra Ucrania. Pensó que iba a ser una guerra corta. No la ha ganado, pero no la ha perdido todavía. Desde entonces ese es uno de nuestros más graves desafíos. De ella hemos discutido mucho en la Conferencia de Seguridad de Múnich y en la reunión del G20 en Brasil. Pero la agenda geopolítica de Europa, que no hubiera podido imaginar hace cincuenta meses cuando tomé posesión de mi cargo en Bruselas, está hoy compuesta por tres cuestiones territoriales, Ucrania, Gaza y el Sur Global, y una de carácter estructural como es la defensa.
Con respecto a Ucrania, tenemos tres desafíos. Por un lado, apoyarla más y más rápido en un nuevo tipo de guerra de alta intensidad que asocia las trincheras de la Primera Guerra Mundial con el papel determinante que jugarán el uso de drones y la inteligencia artificial. Por otra parte, proporcionar a Ucrania compromisos de seguridad para aumentar su resiliencia en todos los frentes, sabiendo que el mejor de esos compromisos es que sea miembro de la Unión Europea. Y, en tercer lugar, prepararnos para un largo periodo de tensiones con Rusia, que puede tener la tentación de provocar política y militarmente a otros de sus vecinos, algunos de ellos miembros de la OTAN. Nuestro esfuerzo militar tiene que ser sostenido y tomar en cuenta que la implicación de Estados Unidos en la seguridad europea puede variar en el futuro.
Hace unas semanas visité de nuevo Ucrania y el presidente Volodímir Zelenski fue muy claro respecto a la necesidad de aumentar el suministro de munición, que es ahora nuestra tarea más importante. Este ha sido el mensaje que he dirigido a los ministros europeos de Defensa, señalándoles que a corto plazo no nos falta capacidad de fabricación sino de financiación.
En cuanto a Oriente Próximo, tenemos que promover una solución política que incluya no sólo a Gaza, sino también a Cisjordania, que es el más importante obstáculo para la solución de los dos Estados con la que todo el mundo estaba de acuerdo en la reunión del G20. Cisjordania está en ebullición y el nivel de violencia contra los palestinos ha ido en aumento desde el 7 de octubre. Y si la UNRWA se ve obligada a reducirles su apoyo, podríamos estar en vísperas de una explosión del conflicto.
Nuestros ejércitos tienen que trabajar mejor juntos, tener mayor coordinación para lanzar misiones
Para que Europa sea un actor relevante en la búsqueda de esa solución, tenemos que estar más unidos, como lo hemos estado en el caso de Ucrania. Es imprescindible actuar en concierto con EE UU y apoyar la iniciativa para hacer viable la solución de los dos Estados que los países árabes están preparando. Y, mientras tanto, conseguir un alto en los combates como lo han pedido 26 de los 27 Estados europeos.
Desde los acuerdos de Oslo, llevamos más de 30 años hablando de la solución de los dos Estados, pero haciendo poco por ella. Sin una perspectiva clara para el pueblo palestino no habrá paz en Oriente Próximo y la seguridad de Israel no estará garantizada sólo por medios militares.
Europa también necesita una estrategia para su relación con el llamado Sur Global. Esos países tienen su propia dinámica y las guerras en Ucrania y Gaza han incrementado su espacio político y la acusación de doble rasero ha aumentado. Cierto, el mundo se desoccidentaliza pero tenemos que evitar que se instale la narrativa de que en Oriente Próximo y en Ucrania se está forjando una alianza del ‘Rest Against the West’ (El resto contra Occidente). Son guerras diferentes, con causas diferentes, pero son también las viejas guerras por el territorio, de pueblos que luchan por su tierra. Creímos que la geografía ya no importaba pero sigue haciéndolo.
Y finalmente está la cuestión transversal de nuestra seguridad y capacidad de defensa. Hace dos años, lanzamos la Brújula Estratégica y dije que Europa estaba en peligro. Nadie prestó mucha atención. Ahora, todo el mundo habla de ello, incluida la necesidad de un comisario de Defensa, aunque sigue siendo una competencia exclusiva de los Estados porque son ellos los que tienen las capacidades militares.
Rusia puede tener la tentación de provocar política y militarmente a otros de sus vecinos
Desde la crisis de 2008, Europa ha entrado en un largo periodo de desarme silencioso y nuestra industria de defensa se ha quedado pequeña. Tenemos que entender que no vamos a poder hacer frente a nuestra agenda geopolítica si no somos capaces de defendernos. Y esto empieza por desarrollar nuestra industria de defensa. Estamos haciéndolo; por ejemplo, la capacidad de producción de municiones para suministrar a Ucrania ha crecido un 40% en el último año.
Nuestros ejércitos tienen que trabajar mejor juntos, tener mayor interoperabilidad y coordinación para lanzar misiones conjuntas. No se trata de tener un ejército europeo, sino de poder movilizarlo de forma conjunta y coordinada para hacer frente a los retos comunes. Algo avanzamos, durante mi mandato he puesto en marcha siete misiones de la Política Común de Seguridad y Defensa. La última en el mar Rojo para contribuir a la seguridad de la navegación en la zona.
En definitiva, nuestra compleja agenda geopolítica requiere una mejor comprensión de nuestros retos y un aumento decidido de nuestras capacidades. Y reforzar nuestra unidad, sin la cual somos irrelevantes en un mundo cada vez más multipolar y donde se generaliza el uso de la fuerza para resolver los conflictos. Lo contrario de lo que Europa ha aprendido a hacer en los últimos 70 años.