ABC 14/09/15
BIEITO RUBIDO
EN las bases del Estado moderno se encuentra, entre otros, el principio de la honestidad del político. Los padres de la primera constitución del mundo, la de los Estados Unidos, debatieron acerca del tratamiento que deberían dar a su presidente, y concluyeron que con el de «Señor» era más que suficiente. La autoridad no reside en la denominación; la otorga el comportamiento. Las obras. Los hechos. Al llamar a Jordi Pujol el «molt honorable», pretendían asignarle una cualidad que, en realidad, su quehacer no alcanzaba, como parece demostrarse a medida que aflora la verdad. El oropel artificial con que se reviste a un cargo se viene abajo cuando no existe respeto a las leyes ni rectitud en la conducta. Hay algunos tics que nos llevan más a la Edad Media que al progreso de los años venideros. Entre los pilares que sostienen el concepto de Estado moderno, se encuentran la solidaridad y la redistribución de la riqueza. Ir contra este motor del avance social, junto con la falta de ejemplaridad en el desenvolvimiento público y privado, aboca casi siempre al fracaso, ya que no hay en todo ello cimiento democrático.