La honra y el hambre

Ignacio Camacho-ABC

  • Arrimadas está a punto de autoengañarse sacrificando su dignidad política a cambio de una recompensa irrelevante

Ciudadanos nació en 2006 como un partido constitucionalista catalán creado para oponerse a la hegemonía del separatismo obligatorio. Si ha habido una seña de identidad en sus tres lustros de existencia ha sido la de la resistencia al nacionalismo en todas sus expresiones, y más tarde también a la pujanza antisistema de Podemos. Por eso, y a pesar del loable esfuerzo por resistir también a su propia desintegración tras el fracaso de Rivera en su aspiración de liderar el centro-derecha, no hay modo de entender el empeño a que ahora lo conduce Inés Arrimadas en una rara pirueta supuestamente dirigida a garantizar su supervivencia. Raro camino de autoprotección el que ha escogido la nueva lideresa al insistir en el apoyo a unos Presupuestos que Sánchez ha pactado previamente con todos los grupos que representan aquello que Cs se propuso combatir con todas sus fuerzas.

Arrimadas declaró primero que iba a negociar con el Gobierno para contrapesar la influencia de Pablo Iglesias. Pase, aunque las compensaciones obtenidas fueron muy escuetas: apenas el recorte de unas subidas de impuestos que los ministros más sensatos ya habían aceptado limar para sortear la barrera de la supervisión europea. Era poca cosa, pero los dirigentes naranjas podían salvar la cara y proclamar la utilidad de su vocación de bisagra sobre la anterior actitud de oposición compacta. Quizá debieron escuchar entonces la advertencia de Echenique, que con su sutileza habitual dijo que se iban «a comer con patatas» las cuentas que el bloque Frankenstein ya tenía cerradas.

Era verdad. Podemos impuso una sobretasa fiscal a las rentas altas -«los ricos»- y la limitación de alquileres, y blasonó de su alta cota de intervencionismo. Luego el presidente ordenó a Marlaska acelerar el acercamiento de presos de ETA para complacer al PNV y ablandar a Bildu, y antes de las patatas comenzó a servir indigestos aperitivos sentando a su mesa a los herederos del terrorismo. Cs aguantó. Y miró para otro lado mientras Celaá daba barra libre de suspensos en el Bachillerato; no se trataba de Presupuestos, al fin y al cabo. Siguió aguantando cuando Sánchez impuso un estado de alarma de medio año. Y aún no se ha levantado después de la Comisión de la Verdad y del golpe bajo de la supresión de la cooficialidad escolar del castellano, un asunto que afecta a la esencia misma de su razón de ser, al núcleo fundacional de su ideario.

A propósito del Lazarillo de Tormes y su final de cornudo consentido y feliz, la profesora Amanda Moore tiene escrito que se trata de una decisión entre la honra y el hambre. Como el menesteroso pícaro, Arrimadas está a punto de autoengañarse sacrificando su dignidad política y la de sus votantes a cambio de una recompensa despreciable. Ella sabrá en qué le beneficia convertirse no ya en coartada sino en simple comparsa de «la banda» -¿recuerdan?- de Sánchez.