Javier Tajadura-El Correo
El colapso económico de Italia o de España supondría el fin de la UE. En la crisis de coronavirus se decidirá el futuro de Europa
La emergencia provocada por el coronavirus está obligando a todos los gobiernos a adoptar medidas económicas excepcionales para evitar que la crisis sanitaria desemboque en una ruptura de la cohesión social. El Gobierno de España ha aprobado un impresionante paquete de estímulos y ayudas para paliar los efectos derivados de una paralización de la economía que desde este martes-afecta a todos los sectores no esenciales. El coste de ese programa -calificado por Luis de Guindos, vicepresidente del BCE y exministro del PP, como un plan correcto y necesario- asciende a 200.000 millones de euros. En la historia del Derecho español, nunca hasta ahora una norma jurídica había movilizado tal cantidad de dinero (un quinto de nuestro PIB). El problema al que nos enfrentamos es que, dada nuestra precaria situación fiscal, deberemos emitir cantidades de deuda pública sin precedentes para financiar este necesario programa.
En este contexto, el Gobierno de España junto con el de otros países miembros de la UE ha reclamado una respuesta europea a la altura de la gravedad de la situación. Respuesta que exige la emisión de bonos de deuda pública europea para financiar los diferentes paquetes de ayudas necesarios para paliar los efectos de la crisis. Hasta ahora, la reacción de la UE ante la pandemia ha sido claramente insuficiente e ineficaz. Únicamente el Banco Central Europeo ha estado a la altura de las circunstancias al realizar una compra masiva de deuda para evitar que las primas de riesgo de los países más afectados se disparasen. Por un lado, la Unión Europea no garantizó la libre circulación de suministros vitales y hoy es dependiente del material que llega de China para hacer frente a la pandemia. Por otro, cada país ha adoptado decisiones sin contar con los demás y sin alumbrar una hoja de ruta común. Y, finalmente, y esto es lo más preocupante, sin asumir a nivel económico que las carencias de la unión monetaria pueden conducir al colapso de la eurozona y a la desintegración de la propia Unión. Como sabemos desde siempre una unión monetaria necesita una unión fiscal: es decir, una hacienda y una deuda pública europeas. Los eurobonos no son una cuestión de solidaridad sino de supervivencia para la UE. El colapso económico de Italia o de España supondría el fin de aquella. No es por ello exagerado afirmar que en la crisis del coronavirus se decidirá el futuro de Europa.
La negativa de algunos países -sobre todo, Alemania y Holanda- a la emisión de bonos europeos se basa en un relato falso y ciertamente «repugnante» de la crisis de 2008, como advirtió el primer ministro portugués, António Costa, uno de los escasos estadistas que quedan en Europa. Los países que siguen oponiéndose a la mutualización de la deuda fueron corresponsables de la crisis. Fue la irresponsabilidad de la banca, incluida la alemana y holandesa, la que generó la burbuja crediticia e inmobiliaria cuyo estallido acabó provocando el rescate de la banca española con dinero público prestado por la Unión Europea. Ello explica que nuestra deuda pública ascendiera del 35% del PIB al casi 100%, mientras que la alemana se mantiene en torno al 60%. Cierto que también fue irresponsable nuestra banca y lo han sido después los diferentes gobiernos que, a pesar de los últimos años de crecimiento sostenido, han adoptado un populismo fiscal (rebajas impositivas como reclamo electoral) que determina que nuestra recaudación suponga un 35% del PIB frente al 43% de la media europea. Las responsabilidades como las soluciones son compartidas.
Para reforzar su posición en la Unión Europea -y para afrontar internamente con éxito el programa de reconstrucción que exigirá la crisis del coronavirus- España necesita un Gobierno fuerte, de amplio respaldo parlamentario, y alejado de cualquier populismo fiscal. Un Gobierno que debería ser de concentración e integrar al Partido Popular y a Ciudadanos.
El recurso a la metáfora bélica está justificado. Estamos en guerra contra un virus y para ganar esta guerra es preciso adoptar medidas excepcionales en los planos político y económico, nacional y europeo. En el ámbito interno, no podemos continuar con el cainismo, la polarización y el cortoplacismo. La gravedad de la crisis obliga a dejar en suspenso la lucha partidista mediante la conformación de un Gobierno de unidad nacional con objetivos claros: salvar el mayor número de vidas; garantizar la cohesión social mediante la protección económica de los sectores más vulnerables; y persuadir a Alemania y a otros países de que ha llegado ya la hora de dar pasos decisivos en la integración fiscal europea si no queremos poner en peligro la paz y el bienestar que gracias a la UE hemos disfrutado durante las últimas décadas.