JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 18/10/15
· Hoy se trata de crear supernaciones, no de romper las existentes.
Cataluña bascula entre Dodge City, la «ciudad sin ley» de la conquista del Oeste norteamericano, y el Fuenteovejuna de «¿Quién mató al comendador? –Fuenteovejuna, Señor-¿Y quién es Fuenteovejuna?– Todos a una». La ley dejó de regir en Cataluña cuando los encargados de velar por ella decidieron incumplir las que les parecieran injustas.
Último ejemplo: presentarse ante el Tribunal Superior de Cataluña rodeados de la mitad de los alcaldes enarbolando sus varas y advirtiendo que no aceptarán la sentencia de no agradarles. Claro que sólo reconocen haber convocado la consulta del 9-N, pero quienes la organizaron fueron otros. Según tan bizarra teoría, quien planee un delito no tiene responsabilidad alguna del mismo. Si en la Cataluña independiente que quieren hacer rige esa norma, mejor no acercarse por allí.
No soy penalista pero tampoco hace falta serlo para darse cuenta, primero, de la barbaridad jurídica que significa tal planteamiento –ellos son los más obligados a cumplir las leyes españolas que les han permitido ocupar los puestos que ocupan–. Y, segundo, que pueden estar cometiendo un delito aún más grave que el de desobediencia al Tribunal Constitucional que había prohibido la consulta del 9-N, al presentarse ante el Tribunal Superior de Cataluña rodeados de personas en plan beligerante. Intentar influir en un veredicto es un delito mayor.
Ya que las cosas no le están saliendo como quería –ha roto con sus socios de siempre, ha obtenido los peores resultados de su partido en la historia, no ha obtenido el apoyo exterior que pensaba y ha roto Cataluña en dos–, Artur Mas continúa su huida hacia delante, buscando tal vez el martirio que tape su derrota. Pero tampoco hay que hacerle ese favor. Hay, sencillamente, que cumplir la ley. La Constitución ofrece medios suficientes para situaciones como ésta, como ha apuntado la vicepresidenta. Y no pasará nada, nada grave me refiero. Lo grave sería que siguiéramos cediendo. Y los catalanes saben que ese camino les conduce no ya a la ruina, sino al aislamiento internacional, con todo lo que eso significa. Tengo la esperanza de que les quede ese mínimo de cordura.
A tal situación les ha llevado un hombre con más ambición que sentido histórico y, diría, sentido común. Hoy se trata de crear supernaciones, no de romper las existentes. Aunque la culpa no es sólo suya. El aprieto en que nos encontramos es el resultado de mil pequeños errores de gobiernos españoles de todos los signos, al ceder al nacionalismo catalán cuanto les pedía.
A veces, por necesitar sus votos, a veces, para amansarle. Ya ven lo equivocados que estaban. El nacionalismo va a por todo: a por un Estado propio, al tener asumido lo de nación. Se están cantando las diez de últimas en esta partida, y quienes hablan de salida política son más tontos de lo que se creen o creen más tontos a los demás. Porque política, en este pleito, ha habido demasiada. Llega la hora de que la realidad se imponga a la ficción.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 18/10/15