JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 07/09/15
· Mas ha cruzado el Rubicón de la ley y se dispone a seguir violándola.
Siempre he desconfiado de los que empiezan diciendo que te aman. El amor, dice el refrán, se demuestra con obras no con razones; de necesitarlas, es de mala calidad. Y sí, encima, ni siquiera son razones, sino mentiras y gimoteos, como la carta que Artur Mas y sus compañeros de candidatura secesionista nos han dirigido a los españoles, estamos ante una burda estafa: «Cataluña ha amado (a España) pese a no ser amada, ha dado mucho y ha recibido poco o nada, si acaso, migajas». Cuando es la comunidad que más ha recibido durante los dos últimos siglos de los gobiernos españoles, incluidos los de Franco. Lo que le ha permitido convertirse en la más rica, moderna, desarrollada y admirada –admirada, sí– de todas las españolas.
Por su laboriosidad, capacidad empresarial, sensatez y sentido práctico. Aunque sin la aportación humana y material del resto de España nunca lo hubiera conseguido. Y lo que suena, no ya a falacia, sino a sarcasmo es lo de «ahora es casi imposible ser catalán en el Estado español», cuando hay catalanes que triunfan en todas las esquinas de España, empezando por Madrid.
Tal afirmación, que roza la calumnia, sólo puede proceder de mentes totalmente fuera de la realidad, que les impide ver ésta. Como la de: «No hay vuelta atrás, ni Tribunal Constitucional que coarte la democracia, ni Gobiernos que soslayen la voluntad de los catalanes …», un auténtico delirio que niega la pluralidad de Cataluñaa y les permite monopolizar la catalanidad como propia y exclusiva. Eso no es democracia. Es el primer paso hacia el totalitarismo, como apuntó Felipe González en su carta a los catalanes, para encogerse luego.
En lo único que estoy de acuerdo con la carta de Mas es en que «no hay vuelta atrás». Pero no por la jactancia de que nadie podrá pararles, sino por todo lo contrario: porque su alocada carrera no es otra cosa que una huida de sus errores, mentiras y, en último lugar, corruptelas. Mas ha cruzado el Rubicón de la ley y se dispone a seguir violándola. Pero a estas alturas ya sabemos quién roba a los catalanes. Como acaba de exponer Lluis Bassets en su último libro, «La gran vergonya», tras la gran vergüenza pujoliana, en España ya no hay «excepcionalidad catalana, somos iguales que todos en todo». O diferentes, que viene a ser lo mismo.
Espero que Cataluña conserve, entre esas diferencias, la cordura, y no se deje arrastrar por los «astutos», como se autodefinen, que quieren escapar de sus granujadas, ofreciéndole paraísos inexistentes. Lo espero porque soy de los que piensan que España necesita a Cataluña tanto como Cataluña necesita a España para ser lo que son. Pero no al precio de una superioridad enmascarada de diferencia, sino por todo lo contrario: porque las diferencias entre los españoles se complementan y nos hacen a todos más fuertes, más ricos, más libres. Contra lo que la carta de Mas dice –que el Estado español les trata como «súbditos»–, los catalanes tienen la palabra el día 27. Espero que acierten. Sin caer en la trampa que preparan: contar escaños en vez de votantes.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 07/09/15